miércoles, 15 de abril de 2020

Un prohombre llamado "FULGENCIO"


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Imagen de Geralt, descargada de Pixabay libre de derechos

Esta historia es imaginación del editor. Si alguien se ve reflejado en ella ha de saber que es exclusivo producto de la casualidad.



Según me cuentan las cosas no han cambiado demasiado, quizá las formas y la mecánica un poco, pero el fondo y el sistema es el mismo.
La empresa de mis amigos parecía pequeña para los cánones que se estilaban. Su producción rondaba las 70.000 unidades al año, de una calidad medio alta. La cantidad de tejido y complementos que consumía no era muy elevada, pero sí su calidad y precio, por lo cual se hacía bastante apetecible para proveedores que basaban su clientela en muchas no tan pequeñas empresas, que miraban más la calidad de la materia prima que el precio.
El negocio era sólido y próspero, no tenía problemas de financiación y sus gastos se mantenían ajustados. Se pagaba al vencimiento, bastante corto por cierto, y muchas veces antes o anticipadamente si el proveedor necesitaba liquidez. Tecnológicamente estaba muy adelantada para su tiempo. De hecho era la que más, hasta un punto que, cuando el resto aún andaba preguntándose si valía la pena informatizar la contabilidad, toda su producción, almacenaje, ventas, diseño y administración ya lo estaban. Además se podía arrogar también ser la más adelantada en respeto al medio ambiente. Todos sus residuos se reciclaban y había instalado un sistema de recuperación del plástico casi total.

Pero no todo era felicidad, un gigantesco problema acuciaba a esa empresa tan ideal. La clientela, compuesta por cientos de pequeños comerciantes repartidos por toda la geografía, exigía pagar sin IVA. Si me facturas con IVA no te voy a comprar, decían a sus vendedores.
Por qué, se preguntará cualquier neófito del ramo.
Pues porque por sus características estaban acogidos a un régimen de módulos, por lo cual ya pagaban una cuota preestablecida, y porque si ellos lo pagaban, el tendero más cercano no lo hacía, lo que representaba un sobrecoste sobre su competidor del 21% de IVA más el 4% del Régimen de Equivalencia, es decir un 25% más caro, por lo cual no podían competir; y aún menos con los grandes, sobre todo con la cadena de Fulgencio, que nadie entendía cómo podía vender tan barato. Sabían que sus productos se fabricaban en el tercer mundo, pero nunca podrían haber imaginado que sería a unos precios y condiciones de esclavitud.

Y ustedes se preguntarán, qué problema tenía esa empresa si así se podía permitir pagar pocos impuestos.
Pues va a ser que no, porque necesitaba demostrar que de algún sitio sacaba el dinero para pagar sus gastos fijos, la electricidad, la modernísima maquinaria, el local, las nóminas e incluso la obtención de beneficios. Y si conseguía este dinero, también necesitaba demostrar cómo, es decir fabricando y vendiendo. Con el tiempo consiguió entrar en una red que facilitaba pequeños trabajos ficticios, a cambio de una pequeña comisión para el intermediario. La empresa emitía una factura, entregaba el dinero de la base imponible en metálico y, al poco, recibía la totalidad excepto la pequeña comisión. Sin embargo, esas cantidades no eran suficientes para contrarrestar la diferencia, necesitaba algo más periódico, seguro e importante, y sin una comisión ciertamente deleznable.
En un almuerzo con un responsable de un gran importador, con quien mantenía muy buena relación, salió a relucir el tema.
-Pues aunque no lo creas nos iría muy bien conseguir alguien que simule hacernos trabajos para equilibrar lo que facturamos a Fulgencio, y seguramente vosotros podríais.
Y es que en este gremio si eres un gran importador necesitas también clientes muy grandes, sino no sobrevives, y cada cliente tiene su política de compras, distinta a la que cualquier estudioso de la economía podría imaginar.
Para vender a Fulgencio necesitas unos requisitos, el primero ser conocido y de mucha confianza por sus administradores. El segundo es ser transparente, y la confianza anterior lo facilita - con él ganarás bastante dinero, pero para tener continuidad y gran negocio los administradores de Fulgencio han de conocer tus márgenes, no quieren que les tomes el pelo -. El tercero es el más complejo y hasta extraño, si por ejemplo la venta es de un millón de euros, le has de facturar dos. Él te pagará rápido y bien, pero a medida que lo haga, has de entregar el millón sobrante en metálico al gabinete de abogados de Bernat Casas i Punyol.
Es entonces cuando mis amigos descubrieron con asombro que el gran crecimiento de la empresa de Fulgencio es a costa de todos los españoles, no de su pericia en el diseño, que carece de ella, o de su calidad, que ni se la ve ni se la espera.

Tiempo después, en una amigable charla con un directivo y familiar directo de un conocido fabricante textil, también de mucha confianza como se tercia en este gremio, hablaron del mismo tema. El fabricante en cuestión les facilitaba el tejido sin necesidad de pagar IVA, lo cual ayudaba a sostener las cuentas en equilibrio. Y sabían que el propietario de la fábrica mantenía una buena amistad con Fulgencio.
-Nosotros no fabricamos ni importamos para él, solo le facturamos. Y ni idea del por qué, pero periódicamente nos pide una factura de cientos de miles de metros de tejido. A nosotros nos va muy bien, porque así podemos facturar sin IVA a todos los pequeños confeccionistas que suministráis a las decenas de miles de tiendas que hay por toda España. Nosotros mandamos la factura como a cualquiera, sus administradores nos pagan y nosotros entregamos el montante de la base imponible a un despacho de abogados y en metálico.
Y es entonces cuando mis amigos descubren el segundo canal por donde Fulgencio consigue dinero para montar sus tiendas en el extranjero.


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