"En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario" (G. Orwell)
Primero: el descalabro del sistema financiero provocado por la especulación, la irresponsabilidad y el latrocinio institucionalizado, su descapitalización a favor de los especuladores, sus asesores y accionistas.
Segundo: el rescate. Más de un billón y medio de euros, de los billones europeos, no de los norteamericanos, desaparecido por ensalmo, entre inyecciones, planes de estímulo y ayudas en forma de créditos al 1%, para devolvérselos a precio de mercado.
Tercero: pagar la factura. Los mismos que han provocado el descalabro y que especulan con la deuda claman al cielo. Tenemos demasiados derechos sociales, dicen; demasiado seguro de paro, demasiado gasto médico, demasiados servicios públicos… y demasiados impuestos para su casta. Hay que recortar para pagar la deuda provocada por un Estado demasiado complaciente con el nuevo obrero: la clase media.
Cuarto: desmantelar el sistema financiero sin ánimo de lucro, las cajas deben ser regaladas a la banca para su rapiña. Es la última competencia y debe desaparecer como ente social.
Quinto: la disminución de salarios y de derechos del trabajo. Hay que competir con el tercer mundo, que carece de derechos, de sindicatos y de salarios dignos.
El resultado: la vuelta al racismo, al desprecio del débil y el olvido de la solidaridad. Los emigrantes deberán volver a sus países de origen, para evitar que sigan disfrutando los pocos servicios sociales que quedan. Ya no son bienvenidos, nos roban nuestros puestos de trabajo. El final del pacto social, la derecha feudal avanza gracias al chantaje y a que los sindicatos están dirigidos por sus mercenarios. Vuelve el trabajo a destajo y el final de los convenios colectivos.
La consecuencia: ya no sirve una democracia putrefacta, en la que el latrocinio de unos se ha convertido en legal; en que la justicia defiende el atraco, premia el delito y castiga la honradez; en que los electos se mofan de los electores, blindan sus pensiones y salarios, se chulean públicamente y esconden sus fortunas en los paraísos fiscales que se niegan a desmantelar.
La solución: la revuelta absoluta, la colectivización de los recursos, del trabajo y de los medios para desarrollarlo; y la persecución del atracador y de su camarilla, y la incautación de todos sus bienes.
La manera: ¿hace falta explicarlo?
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