miércoles, 25 de noviembre de 2015

LA IZQUIERDA REAL

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Me sorprende que tras lo que se avecina y lo vivido esos últimos años, la izquierda real se mantenga tan dividida.
Debemos ser conscientes que la izquierda no es mayoritaria ni parece que lo vaya a ser nunca, al menos tal como actualmente la entendemos, pero sí que su nicho es grande, lo suficiente como para poder influir sobre la seudo izquierda o, mejor, un liberalismo con fuertes inquietudes sociales.
Hace poco, mientras analizaba la deriva de Podemos y su caída, tanto en los sondeos como en su misma afiliación, descubrí que esa había surgido antes del golpe de estado económico en Grecia, seguramente porque una parte de sus bases ya había empezado a desvincularse y a percatarse de la falsedad de su discurso. Tras el golpe en Grecia, y al desmarcarse Podemos del resultado del referéndum, se acentuó su caída. Primero al descubrirse la imposibilidad de mantener un discurso de dureza y un programa que promulga el rechazo a la austeridad, sin que exista la voluntad de romper con el sistema imperante o, mejor, siendo su cómplice.
Fuera de lo que nosotros pensemos, sobre la conveniencia o inconveniencia de un ciclo de austeridad, debemos entender que el votante de izquierdas, que se caracteriza por su inteligencia, su honestidad y su capacidad de análisis, todas ellas considerablemente más elevadas que las del típico votante de derechas, no es fácil de engañar. Y en el momento que este votante descubre que sus representantes, no solo reconocen su incapacidad para poner en práctica su ideología, sino también que el resultado de una consulta ciudadana podría carecer de validez, el votante de izquierdas pierde la confianza.
Podemos ha sobrevalorado sus fuerzas, es demasiado joven y todavía no ha podido tejer una red clientelar. El ciudadano puede prescindir de él con relativa facilidad. Ahora ya solo le queda el aparato, enquistado ideológicamente, y un cúmulo de votantes televidentes; es decir el más inculto, cazado mediante el populismo barato.

La izquierda real no tiene patria, no cree en dioses ni en líderes que los suplan. De hecho la izquierda real ni siquiera cree en siglas. La izquierda real se compone de personas, movimientos ciudadanos, pequeñas asociaciones que defienden a las minorías, esas que apenas dan voto o beneficio económico.
La izquierda real no es Podemos, o las CUP en el caso catalán, sino un grupo de ciudadanos que vota a IU o pequeños partidos de parecida ideología, prácticamente fuera del arco parlamentario, y un gran grupo que, al no sentirse representado, no suele votar.
Mientras la izquierda real no se decida por un cambio de paradigma, hasta que no se de cuenta que el mundo ha cambiado, no va a levantar cabeza. Podrá revivir momentáneamente gracias a un contexto de profunda crisis, pero sin sobrepasar unos límites insuficientes para ser opción de gobierno. Su ceguera le puede engañar, haciéndole creer que el ciudadano ha descubierto su verdad; sin embargo, al poco se dará cuenta que había sido un espejismo.
La izquierda real vive presa de sus propios demonios y vicios, de su pequeño totalitarismo, del miedo a desaparecer si da un paso en falso en su necesaria refundación. Sabe que sin ella su destino es el olvido, y que la alternativa es abandonar su manera de hacer política, sus costumbres, en suma deshacerse de su aparato. Y al ritmo que va nunca encontrará el momento oportuno.

No estoy muy seguro de si podremos ayudarla, pero lo que sí sé es que sin enfrentarla será imposible. Hagámoslo, luego ya veremos lo que hacer.

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sábado, 15 de agosto de 2015

LA IMPOSIBLE CONCILIACIÓN


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Hace años, cuando Maragall propuso el nuevo estatuto de autonomía catalán, con el consiguiente rechazo y boicot a Catalunya, auspiciados sin niguna vergüenza por el PP y el gobierno de Aznar, expliqué que tarde o temprano, tanto descerebramiento y fascismo llevaría a la rotura de la nación. Algunos de mis actuales lectores, aparte de los foros económicos de Expansión, pueden corroborar lo que digo. Tiempo después Andalucía promulgó su estatuto, idéntico por cierto al catalán, aprobado por los mismos que siguieron censurando al mismo. Por entonces incluso se escucharon insultos a Catalunya, por parte de prohombres del PP y de los medios afines a él, es decir el Mundo, ABC y la Razón. Javier Arenas fue uno de ellos. Creo que este señor llegó a excusar la aprobación del estatuto andaluz por ser Andalucía más leal al Estado.
El boicot hizo recapacitar a la clase empresarial catalana y le obligó a buscar otros mercados más
estables, también afectó a los sindicatos, que, sorprendidos y avergonzados, tuvieron que soportar que algunos de sus compañeros españoles, discutieran en sus sedes la oportunidad e incluso apoyaran el boicot. Pero para la ciudadanía catalana, lo peor y más sangrante fue ver cómo más de nueve millones y medio de ciudadanos refrendaban el boicot y los insultos, al volver a apoyar al PP en las elecciones del 2004. En realidad todos sabíamos que, de no haber sido por la nefasta gestión del PP tras los atentados del 11M, más parecida a la de una república bananera que a la de un estado europeo, habría vuelto a gobernar con comodidad. La ciudadanía catalana fue consciente que el PP no perdió por los desprecios a su país sino por la misma cobardía de la ciudadanía española, atemorizada porque su política asesina en Irak le estaba saliendo cara. De hecho esa ciudadanía ni siquiera dejó de votarle por su política asesina o haberle mentido para entrar en la guerra. Todo eso ya le estaba bien, si a cambio podía mantener el precio de la gasolina.

Recuerdo que hace muchos años, tras la Transición, los sondeos mostraban un independentismo en retroceso, que apenas sobrepasaba el 20%. Hoy, treinta y cinco años más tarde, más del 40% de los catalanes desean la independencia, cerca de un 20% la desaprueban, y al resto le importa un pimiento ser español. Da lo mismo su procedencia, es más, creo que hay más independentismo entre los castellanoparlantes, que entre los
mismos catalanoparlantes, más acostumbrados esos a contemporizar, y que no tienen que soportar que les insulten obsesivamente, como a sus vecinos cuando visitan a sus antiguos familiares del pueblo. Al menos esa es mi percepción tras hablar con cientos de personas en la ciudad más castellanoparlante de Catalunya.

El resultado de una política determinada no sale a la luz hasta pasados unos cuantos años, muchos más de los que la mayoría puede imaginar. El efecto del mayo del 68 no pudo verse hasta mediados de los setenta. El de la revuelta del 15M no la veremos hasta el 2020 o 30. El resultado del autoritarismo fascista de Aznar y su gobierno saldrá a la luz hasta dentro de cinco o seis años, ocho a lo sumo. Los actuales y futuros votantes del PP y los que no votan porque ya les está bien lo que hay, poco tendrán que ver. Mientras sus padres votaron un partido fascista, ellos solo lo hacen a un grupo de mafiosos y ladrones. La irresponsabilidad de sus padres y de los que entonces prefirieron quejarse, sin siquiera involucrarse votando, será pagada por todos. El que hoy voten a un grupo mafioso afectará a sus hijos o a los hijos de sus hijos, a ellos no porque seguramente ya les está bien.

No sé cómo lo ven ustedes, pero yo lo tengo muy claro.
Aun siendo un recalcitrante antinacionalista, soy uno de los que se abstendrán en un próximo referéndum por la independencia; aunque por mi talante y mi ideología dejaré la salud y la vida, de ser necesario, para que la ciudadanía pueda decidir lo que más le convenga.

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domingo, 8 de febrero de 2015

LA CASTA


 



Últimamente está de moda hablar de Casta, aunque ahora ya no se la nombre como tal, porque dependiendo cómo, su definición puede salpicar con dedo acusador a quién la nombra.
Son muchas las reuniones en las que unos, después de citarse con otros para hablar de la posibilidad de una confluencia, acusan con desprecio a sus interlocutores por ser Casta, eso de salida y sin más, como si quisieran marcar su territorio.
Y nosotros, que somos simples piratas y que no tenemos ni idea de lo que es el juego sucio e insultante de la política, preguntamos qué demonios es Casta. Porque hasta el momento solo Félix Millet tuvo la osadía de explicarlo. Somos la Casta, dijo refiriéndose a un grupo de gente de una clase social muy bien escogida, con privilegios parecidos a los de la aristocracia medieval.
Para nosotros, piratas hasta la médula, defensores de los derechos humanos y amantes de la cultura y de la inteligencia compartidas, Casta es todo aquel que se cree distinto y superior, que considera que sus ideas están por encima del resto. Para nosotros, hombres simples y sencillos, para ser de la Casta se empieza por eso y se termina viviendo a costa de la mayoría, que trabaja para ella.
Dicen...
¿Has gobernado?
¡Eres Casta!
Da lo mismo que lo hayas hecho bien, que incluso te hayas sentido oposición aun estando dentro del gobierno. Da lo mismo que tu salario haya sido inferior al que habías o hubiéses disfrutado, que hayas entregado una parte para pagar la luz o el agua de los necesitados. Da lo mismo, tu eres Casta, no yo, que pronto lo haré.
¿Has gobernado?
¡Eres Casta!
Da lo mismo que hayas estado en el frente de una guerra injusta, haciendo de escudo humano, fotografiando o filmando. Incluso que hayas muerto por el disparo de un francotirador, mientras intentabas mostrar al mundo lo que veías. Eres Casta y no mereces gobernar. No yo, que me horrorizo ante el televisor o al ver las fotografías que tus compañeros han colgado por internet.
¿Has gobernado?
¡Eres Casta!
Da lo mismo que por tu esfuerzo las escuelas de tu ciudad hayan sido mejores que el resto, que los niños de tu barrio disfruten de jardines bien surtidos y cuidados.
¡Recordad!
Los piratas no somos Casta, entre nosotros hay nacionalistas y antinacionalistas; pero siempre, absolutamente siempre, defensores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los piratas preguntaremos siempre y haremos que la ciudadanía pueda decidir, pero no lo que unos pocos quieren sino todo, absolutamente todo, aunque nos cueste ser presos políticos.
¡Recordad!
Los piratas no somos Casta, entre nosotros hay liberales, gente de izquierdas y hasta algunos de derechas, pero nuestro programa ha sido confeccionado por todos, asumido por todos, votado por todos, y es el más progresista y de «izquierdas» de este país, y solo porque cumple al pie de la letra la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¡Recordad!
Los Piratas no somos Casta y jamás gobernaremos con ella, ni con la pasada ni con la futura. Recordadlo bien, porque a nosotros nos importa un pepino gobernar, no es nuestro fin ni lo será nunca. No nos importa ser minoría en un país donde la mayoría no sigue la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Si hoy no gobernamos, no nos rasgaremos las vestiduras. Es la ciudadanía quien decide, no nosotros. Leed esta Ley antes de citarnos, porque de lo contrario vais a perder el tiempo.
¡Recordad!
Los que están con nosotros no son Casta, al menos esa que nombro, porque de serlo no estaríamos con ellos.


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