jueves, 29 de julio de 2010

NACIONALISMO A ULTRANZA

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Fragmento del libro que estoy escribiendo:

Un día que fuimos a ayudar en un campo cercano, me fijé en una profunda trinchera cavada en la tierra. Pregunté a mi compañera y me señaló el cielo, y con una mano hizo de avión y con la otra de bomba. -Hindúes- me dijo con pasmosa tranquilidad. Y durante la cena averigüé que un avión hindú, después de haber violado el cielo paquistaní, había dejado caer un par de bombas en los sembrados. No mató ni hirió a nadie, pero una casa había sido dañada y aún la estaban arreglando; y a los labradores, que se habían echado al suelo, la metralla los asustó y construyeron la trinchera.
Y pensé en lo que nos dijo nuestro amigo comandante, que para los paquistaníes era su gente, tanto a un lado como a otro de la frontera, y nunca atacarían o bombardearían la población; sin embargo, los hindúes se sentían en casa ajena y no les importaba hacerlo en cualquiera de los dos lados.

Hace años, durante las guerras yugoeslavas, pensé en aquellas palabras, cuando mi joven cuñada me preguntó, al oír las noticias de Sarajevo…
-¿Cómo es posible que unos tipos que han sido hermanos, que hablan el mismo idioma, que juegan con la misma selección, bombardeen y maten de esta manera tan bárbara?-
Y es que los serbios nunca consideraron a los bosnios como parte de sí mismos, pero sí a su tierra, a los impuestos que colectaban. Para ellos era parte de la Gran Serbia.

Eso es nacionalismo a ultranza.

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domingo, 11 de julio de 2010

ALGO MÁS DE QUINIENTOS AÑOS

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Hace algo más de quinientos años, una sociedad de burgueses pactó con su rey la búsqueda de un aliado, un matrimonio de conveniencia para salvar su depauperado imperio comercial.

Hace algo más de quinientos años, una sociedad nobiliaria pactó con su reina la búsqueda de un aliado, un matrimonio de conveniencia para abrir su pujante reino al Mediterráneo.

Hace algo más de quinientos años, el reino de Aragón había sufrido dos epidemias de peste consecutivas, quedando reducida su población a un tercio. Con Francia en plena expansión, los aragoneses, que hasta entonces habían conseguido frenarla, poco podían hacer. La solución consistía en el matrimonio de su rey con la infanta francesa o con la reina castellana.

Hace algo más de quinientos años, Castilla padeció una cruel guerra civil, señores feudales contra nobles que deseaban modernizar su reino. Los segundos vencieron y su reina casó con el rey aragonés. Así se fundó lo que hoy llamamos España.
A resultas de ello, Aragón siguió gobernando el comercio en el Mediterráneo y Castilla se modernizó y creó la administración más moderna del mundo, con la que pudo mantener un imperio en el que nunca se ponía el sol.
Cataluña, ya no Aragón, mantuvo su independencia hasta principios del siglo XVIII, que Francia venció al ejército catalán después que este lo hubo hecho con el castellano. Las leyes catalanas fueron derogadas, su tierra repartida entre Francia y España, y su pueblo perseguido y castigado hasta finales del siglo XIX.

Ahora, ciento cincuenta años más tarde, unos estúpidos con chulería decimonónica, han desafiado e insultado a todo un pueblo; y amparándose en una constitución que obliga más que defiende, en un partido anclado en el autoritarismo y otro en el miedo, han sentado las bases de la definitiva rotura.

Dentro de quinientos años, el que lea la historia se reirá de la estupidez de aquellos individuos, que tuvieron en su mano recuperar la historia que se había creado quinientos años atrás.

Hoy escuchaba a políticos y comentaristas ensalzar la marcha autonomista, satisfacerse de lo educada y civilizada que era su población. Y yo pensaba que el catalán debería dejar la educación a un segundo plano y su civilización a un tercero, para ponerse a la altura del resto.

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