Sabemos que es completamente imposible que los actuales
dirigentes políticos abandonen el poder mediante las urnas, porque unos criminales
nunca lo harán por las buenas. Y ese es el problema que actualmente atenaza la sociedad
española. Sus dirigentes, antes de traspasar el poder democráticamente, matarán
si es necesario. Hasta ahora han conseguido trampear la situación, primero con
engaños y con un sistema electoral tramposo; después, cuando eso ya no ha
surtido efecto, con coacciones, castigos pecuniarios a los disidentes y
violencia policial controlada.
Ahora, lo que debemos preguntarnos los que hemos seguido
su historia, es qué utilizarán cuando ni eso consiga frenar el descontento. Las
porras se convertirán en armas eléctricas o de gas, las balas de goma en botes
de gases lacrimógenos y las cargas policiales en embestidas de sus camiones.
Habrá asfixia, quemaduras y cárceles repletas de gente, con castigos parecidos
al de un asesinato solo por manifestarse. Y cuando ni eso sea suficiente, se crearán
tribunales especiales y estados de excepción, con la excusa de mantener el
orden social y salvaguardar a la sociedad trabajadora y sana; y habrá asesinatos por
encargo a manos de paramilitares o de criminales contratados. Y los partidos
pequeños, esos que podrían molestar al sistema en caso de desequilibrar el
voto, serán ilegalizados después de haber introducido pruebas falsas en sus
sistemas o generado violencia gracias a sus infiltrados.
Las clases dirigentes de los partidos políticos españoles han blindado su jerarquía y la han convertido en una nueva aristocracia familiar y de clase, y para conseguirlo han convertido a los partidos en sociedades con una base organizativa muy parecida a la mafia, en la que se reparten la dirección de las grandes empresas, del sistema financiero y el territorio en forma de grandes parcelas, por los méritos realizados en favor a la familia.
Una sociedad con más de un millón de viviendas vacías, decenas de miles de ellas gracias al desahucio; con docenas de miles de hectáreas abandonadas, de cuyos árboles caen los frutos por no ser rentable cosecharlos; con miles de empresas cerradas, cuya maquinaria se oxida y va quedando obsoleta. Y con millones de personas sin trabajo y viviendo por debajo del umbral de la pobreza, con miles de familias viviendo en portales o en casas de acogida, con dos millones de niños infraalimentados.
Las clases dirigentes de los partidos políticos españoles han blindado su jerarquía y la han convertido en una nueva aristocracia familiar y de clase, y para conseguirlo han convertido a los partidos en sociedades con una base organizativa muy parecida a la mafia, en la que se reparten la dirección de las grandes empresas, del sistema financiero y el territorio en forma de grandes parcelas, por los méritos realizados en favor a la familia.
Una sociedad con más de un millón de viviendas vacías, decenas de miles de ellas gracias al desahucio; con docenas de miles de hectáreas abandonadas, de cuyos árboles caen los frutos por no ser rentable cosecharlos; con miles de empresas cerradas, cuya maquinaria se oxida y va quedando obsoleta. Y con millones de personas sin trabajo y viviendo por debajo del umbral de la pobreza, con miles de familias viviendo en portales o en casas de acogida, con dos millones de niños infraalimentados.
España se ha convertido en el ejemplo más flagrante de la
desidia, de la estupidez y del malgobierno. Me pregunto qué más necesita el
votante de la actual partitocracia de la vergüenza para abrir los ojos. Quizá
eso, quizá la vergüenza, porque los cojones solo los tiene para ovacionar la
tortura de los toros.
.