martes, 2 de noviembre de 2010

El papa de Roma y Barcelona







Es tan ridículo como hipócrita estar en contra de la visita del papa de Roma, como excusar el especial trato que va a recibir por ser jefe de Estado. Bajo esta premisa, en cuanto nos visitara el presidente de San Marino, de Andorra o de la isla Mauricio, habría que colapsar media Barcelona.
El papa de Roma es el líder espiritual de millones de personas y viene como tal, por lo que su visita podría mover más de un millón de personas, llegadas de muchos lugares de España; y para administrar tal aglomeración se necesita una gran organización y preparar la infraestructura necesaria.
Es igual de ridículo e hipócrita que algunos católicos escuden la idoneidad de la visita de su líder, con los beneficios que reportará a la ciudad, muy superiores, según ellos, al gasto ocasionado. De ser católico me daría vergüenza y, de ser el papa, mucho que pensar que una comunidad de feligreses tratase mi visita como un espectáculo circense para atraer turistas y dinero.
Pero al resto de los catalanes, lo que más debería preocuparnos, no es que venga o deje de venir, que está en su derecho, sino que unos líderes elegidos para gobernar y administrar el país, estén dispuestos a obedecer a su jefe espiritual antes que al mandato de su electorado.
Yo le preguntaría al señor Durán i Lleida, si considera oportuno que un jefe de Estado teocrático y antidemocrático deba ser tratado mejor que cualquiera del mundo democrático. También me gustaría saber qué diría, si el señor Montilla recibiese con los honores que merece al señor Chavez, presidente electo de Venezuela y superviviente de un golpe de Estado, en el que España y los EEUU estuvieron implicados.

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