lunes, 20 de febrero de 2012

CRISIS DE LIQUIDEZ Y FASCISMO

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Sería en septiembre cuando empecé a expandir una idea estudiada durante las vacaciones de agosto, rotas por la desgraciada muerte de mi madre. Primero oralmente entre mis amigos, para, después, publicarla en el foro abierto por Ramón Morata en su Facebook. No me atreví a más, en principio por no recibir ninguna respuesta, como si diera miedo entrar en un debate, que parecía salido de la mente de un neófito.
Hace unos meses, posiblemente en noviembre, empecé a propagar mi idea en Nada es Gratis, el tan famoso como dogmático blog de FEDEA, con el mismo resultado: el vacío más absoluto. Este mismo mes y con pocos días de diferencia, se publicó algo parecido en el blog de Manuel Conthe, en base al artículo de Juan Calaza en el Faro de Vigo. Y ustedes no saben lo feliz que me sentí. Mi idea ya no era el impulso de un neófito sino que coincidía, en su base, con la de unos cuantos renombrados economistas. Publiqué mi comentario y el mismo Conthe me respondió preguntándome por un par de detalles. A los pocos días volví a comentar en Nada es Gratis con el mismo éxito que al principio, aunque conociendo el origen de su blog ya lo esperaba; también lo publiqué en el foro abierto por Ramón Morata, con el mismo poco éxito. Anteriormente había publicado mi idea en este blog, pero de todos es conocida su poca resonancia.

Ayer leí en el blog de Manuel Conthe, que Pedro Schwartz, Francisco Cabrillo y Juan Castañeda, han propuesto la creación de un nuevo dracma para solucionar el problema griego, sin necesidad de salir del Euro. Sorprendentemente descubro que la idea es prácticamente idéntica a la mía. Por supuesto, se le podría haber ocurrido a cualquiera, solo hacía falta pensar un poco, utilizar la imaginación y atreverse, que tampoco es tan costoso. Por supuesto, escribí un comentario, que, sin reclamar especialmente la paternidad de la idea, hacía hincapié en ella. No sé si Conthe responderá a mi requerimiento, tampoco hace falta, solo desearía seguir su desarrollo, aunque sea a través de un blog.

En España, igual que en otros países de la zona, existe un problema de liquidez interna, aparte de un desequilibrio en el comercio de bienes de consumo. Solo Alemania produce más de lo que consume, pero solo a costa de sus socios y las empresas que ha sucursalizado por medio mundo. Alemania no podría vivir sin la plusvalía generada por el trabajo de terceros. La SEAT es un buen ejemplo, una fábrica con la productividad contenida. Da lo mismo que sus trabajadores trabajen más horas que los de su central alemana, que diseñen buenos artículos o puedan fabricarlos; en cuanto algo puede dar mayor plusvalía, se traslada a Alemania. También da lo mismo que un producto secundario sea de calidad, el precio siempre será bajo para que la central pueda sacarle provecho. Así se puede tener controlado su beneficio y aumentar el alemán.

Para la actual crisis existen unas cuantas soluciones, una de ellas es apropiarse de las empresas sucursalizadas extranjeras, que deslocalizan el trabajo con mucha plusvalía, incluyendo una parte de su distribución en el extranjero, sea legalmente o por otros medios. Otra podría ser crear un arancel social, a tenor de la cobertura social del país de origen del producto importado. Esa última idea podría evolucionar, de manera que los ingresos de dichos ingresos engrosaran un fondo de ayuda a los inmigrantes de dicho país o directamente a ONGs que actuaran en él. Pero la mejor y que no está reñida con ninguna de las otras dos, sería crear una nueva moneda, paralela, convertible y flotante, que solo sirviera para el ámbito territorial. Esta moneda serviría para pagar tasas, multas, impuestos, mano de obra y una serie de artículos de manufactura nacional; todo ello regulado al efecto. Nos encontraríamos que una parte considerable de nuestro consumo podría pagarse con dicha moneda, ampliándose o disminuyendo con el tiempo y la capacidad exportadora de nuestras empresas. Al ser una moneda interna, sería emitida por el Estado, a tenor de su uso y demanda, que, en el fondo, es la productividad interna del país, y serviría para crear nuevas y variadas empresas basadas en el producto territorial. Por ejemplo: en cambio de tirar los excedentes agropecuarios, se podrían desarrollar nuevas industrias potencialmente exportadoras, y así un largo etcétera.
Esa era mi propuesta, tan sencilla como poco ortodoxa. Y quizá por esa falta de ortodoxia y el temor de caer en el ridículo de discutirla, mis interlocutores prefirieron no tomarla en cuenta.

Dicho esto, lo que debemos preguntarnos es el por qué no se hace, y si lo que realmente se busca es llegar al 30% de paro, al desorden social y a la quema de la Castellana. Por lo que parece, la actual reforma laboral parece ir en este sentido.
Preguntémonos qué se busca y por qué, quién hay detrás de todo eso.
No es fácil, pero si encontramos a quién beneficia, sabremos el resto.
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