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Este artículo lo
escribí el día siguiente de las elecciones catalanas. Las cosas en frío se ven
de distinta manera, sin embargo, debo reconocer que mi idea sobre este asunto
no ha cambiado un ápice, seguramente porque la situación tampoco lo ha hecho.
“Me despierto de madrugada, casi cada noche, entre
las 3 y las 4 de la mañana, por un ruido terrible que oigo. Son
inmigrantes rebuscando entre la basura para comer. Lo hacen a esas horas para
que no les vean los grupos de neonazis. Luego paran y vuelvo a dormirme, pero a
las 6 me despierta el mismo ruido: son mis paisanos, los griegos, que aprovechan que las calles están desiertas,
porque les da vergüenza buscar alimento en los contenedores.”
(Petros Márkaris)
(Petros Márkaris)
Analizando
lo ocurrido en Catalunya solo puedo sacar unas pocas conclusiones.
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La primera: que debemos admitir que de las últimas elecciones han salido: 21
unionistas, 18 federalistas y 98 absolutamente independentistas.
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La segunda: que, en un claro intento de evitar una democracia directa de la
ciudadanía, el resto de las formaciones y casi todos los medios informativos
eluden a las CUP, como si no existiera ningún partido salido del 15M, relegando
al olvido a 126.219 ciudadanos, con sus tres diputados.
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La tercera: que el resto de España sigue con lo suyo, los toros y la iglesia y
sin enterarse de nada; y sin darse cuenta que sin la región más exportadora,
más receptora de divisas y con un balance comercial negativo con el resto, se
convertirá en lo más parecido a una región africana.
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La cuarta: que, perplejo, acabo de descubrir que el catalanito, haciendo gala
de una increíble seguridad, le da lo mismo quedarse fuera de la UE y del Euro.
Me pregunto qué habrá pasado para que un país, en el que solo una minoría se
consideraba independentista, haya terminado así; qué habrá pasado para que haya
llegado a tal nivel de hartazgo.
Y mi vecino saca su bandera al balcón para enfatizar
su pertenencia a una tierra, a una creencia o, incluso, a un equipo de fútbol.
Una manera de dar a conocer al resto del mundo que es parte de una camada,
distinto a los demás por su religión o por haber nacido dentro de las fronteras
que impuso un malnacido. Y ese mismo tipo es incapaz de sacar una sábana blanca
a su balcón, como solidaridad a los médicos y enfermeras, que hacen huelga y se
manifiestan para salvaguardar la salud de todos los que son como él.
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