jueves, 29 de diciembre de 2011

¡A QUE SÍ!

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Diálogo entre Colbert y Mazarino acerca del Estado, la gente y las necesidades económicas del Estado, durante el reinado de Luís XIV de Francia, el "Rey Sol".

Colbert: Para conseguir dinero, hay un momento en que engañar al contribuyente ya no es posible. Me gustaría, Señor Superintendente, que me explicara cómo es posible continuar gastando cuando ya se está endeudado hasta al cuello.
Mazarino: Si se es un simple mortal, claro está, cuando se está cubierto de deudas, se va a la prisión. Pero el Estado... cuando se habla del Estado, eso ya es distinto. No se puede mandar el Estado a prisión, por tanto, el Estado puede continuar endeudándose. Todos los Estados lo hacen.

Colbert: ¿Ah sí? ¿Usted piensa eso? Con todo, precisamos de dinero. ¿Y cómo hemos de obtenerlo si ya creamos todos los impuestos imaginables?

Mazarino: Se crean otros.

Colbert: Pero ya no podemos lanzar más impuestos sobre los pobres.

Mazarino: Es cierto, eso ya no es posible.

Colbert: Entonces, ¿sobre los ricos?

Mazarino: Sobre los ricos tampoco. Ellos no gastarían más y un rico que no gasta, no deja vivir a centenares de pobres.

Colbert: Entonces, ¿qué hemos de hacer?

Mazarino: Colbert, tú piensas como un queso de Gruyere o como el orinal de un enfermo. Hay una cantidad enorme de gente entre los ricos y los pobres. Son todos aquellos que trabajan soñando en llegar algún día a enriquecerse y temen llegar a pobres. Es a esos a los que debemos gravar con más impuestos, cada vez más, siempre más. A esos, cuanto más les quitemos, más trabajarán para compensar lo que les quitamos. Son una reserva inagotable.

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lunes, 19 de diciembre de 2011

DE RISA

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Ya puestos, uno no sabe si reírse con la boca torcida, abierta o a carcajada batiente; lo que sí, es que de reír se ríe. El vídeo, aunque visiblemente cómico, no ha sido filmado como tal sino todo lo contrario, a menos que el propagandista del gobierno haya querido mofarse con ganas. Lo cierto es que, sea lo que sea, a ese no lo censuran.
Habrá quien no le vea el lado cómico, que la estupidez no tiene fronteras, solo hay que recordar la puesta en escena del cadáver de nuestro viejo dictador. La diferencia es que el castellano viejo siempre ha sido sobrio en sus despedidas y disimula su lloro, quizá por vergüenza o el qué dirán.

Todo parece indicar que el sucesor será su hijo, que más o menos tiene la misma cara. Es bueno avisar que los coreanos no suelen tener la de este tipo, del mismo modo que no todos los árabes tienen la de Osama o los españoles la de "El Cordobés". Que seguro ya hay quien se confunde.

Y hablando sobre la estupidez humana, mira por dónde, hoy he recibido de mi amiga "la Dama" una fábula estupenda, tanto que me permito publicarla, que habla de un país donde abunda la majadería y la estupidez:


        LA FÁBULA DEL FUNCIONARIO MALVADO  
Erase una vez una nación dónde todo el mundo era feliz, donde un nene semianalfabeto sin la ESO se ponía a apilar ladrillos y ganaba 4000 euros al mes, donde los ministros se entretenían encargando estudios estúpidos sobre la reproducción de la lagartija espongiforme, donde a la oposición le regalaban trajes y se iban a puticlubs con los gastos pagados por el ayuntamiento de turno, donde en el Senado se ponían traductores, donde el mago bueno ZP cuidaba de todos, donde todo era feliz y feliza (por aquello de la igualdad).

Pero en este bonito país no todo era perfecto, había un malvado llamado "El funcionario", vago entre los vagos, tomador de cafés y fumador de cigarros, de trato desagradable, forrado y sinvergüenza, que vivía de lo robado a los honrados banqueros y políticos, a los honrados curritos que no defraudaban (sólo preguntaban con IVA o sin IVA).

Pues bien, nuestro protagonista el albañil, que era un tierno obrero salido de un instituto, con 18 años y sin aprobar ni el recreo, llamado Jonathan, volvió un día del tajo y decidió comprarse un BMW serie 3 con el Pack Sport de llantas tuneadas, le puso fluorescentes y un equipo de música con subwoofer, y una casita pareada.

En el banco, el señor director, muy amable le prestó el dinero sin ningún problema, mejorando su petición para que se diera un homenaje en la Rivera Maya.

Pasó el tiempo y un mal día a Jonathan lo echaron del curro. ¿Con qué iba a pagarse sus vicios y, sobre todo, su BMW? Apurado fue a ver al sr. director del banco, que, muy simpático él, no pudo ayudarle, a pesar de que se desvivía por los necesitados. El sr. director, compungido al ver que Jonathan no podía pagar y que el no cobraba, fue a ver al mago bueno, a ZP.

Mientras.... el malvado funcionario seguía trabajando en la sombra, envidioso él de nuestro amigo, que no tiene estudios y dilapidaba los euros que ganaba.

Un buen día, a nuestro mago bueno ZP lo llamó papá Obama y mamá Merkel y le dijeron que esto no podía seguir así.

La solución estaba clara, salvar a Johnny y fastidiar al malvado. Le bajamos el sueldo al despreciable funcionario y ya está.

Secuencia: Jonathan no paga lo que debe al banco, el banco no cobra, el banco le pide pasta al Gobierno, el Gobierno se la da quitándosela al funcionario; o sea, el BMW y la casita lo paga el funcionario con su 5%. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

Debo reconocer que esta fábula me ha ido de perlas. Hace nada, un tipo de esos que conozco del bar de la china, ese de los menús a 7'95, se quejaba de lo mucho que cobran los pilotos.
-No hay derecho -me dice.
-Pues la Constitución, esa que votaste sin leerla, lo dice muy clarito.
-Ganan mucho, según cuentan 3000 euracos.
-Claro, algo menos de lo que hace unos años cobraba tu hijo por poner un tocho sobre otro, y entonces no te quejabas. Y conste que esos han tenido que estudiar la leche y pagar una pasta, o hacer de cowboy en Iraq con los aviones del ejército.

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martes, 13 de diciembre de 2011

CINISMO

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Olga Rodríguez

Trichera en la 1ª guerra mundial




















“La guerra no es una peli de acción, es consecuencia del orden internacional actual, es siempre injusta, nunca es limpia, y a mí me parece hasta criminal intentar presentarla como algo entretenido” (Olga Rodríguez)


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Hace pocos días el gobierno de Murcia, o sea: el PP, tuvo que recortar el presupuesto para poner al día la economía de su comunidad. La asociación española contra el cáncer de mama pasa de 25.000 euros a 6.000, mientras que la escuela de tauromaquia mantiene sus 30.000 euros.

Pero eso nada tiene que ver con el cinismo mostrado por el PSOE, después de indultar a Alfredo Sáenz, condenado por haber mandado fraudulentamente a prisión a unos empresarios catalanes; un tipo que gana 10 millones de euros al año, mucho más que el presupuesto para la protección de menores.

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domingo, 4 de diciembre de 2011

PARA MONDARSE

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GRANDES PERLAS DE LA CURIA ROMANA
                                                   De KURIOSO

 Lo más divertido es que uno de esos tipos podría ser el próximo papa.
Esperemos que así sea, porque como más estúpido, más nos reiremos.




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domingo, 30 de octubre de 2011

INTELIGENCIA INTUITIVA

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Ignasi Terraza, actualmente uno de los mejores pianistas del mundo.



    Hace tiempo, en el blog de Eduard Punset comenté sobre lo que creo que es y de dónde proviene la intuición, por supuesto, en contra de sus ideas. Ahora, casi un año más tarde y en otra entrada, da por bueno lo que antes negó. No habla de su anterior aseveración como tampoco de mi comentario, posiblemente no lo leyó y aquel tema ni lo escribiera él. Y es que me temo que el blog simplemente lo utiliza para publicitarse.
    Eduard Punset se repite y solo divulga lo que otros piensan, y con frecuencia asevera sobre lo que no está seguro, por no haberlo investigado personalmente. Dictamina veracidad a descubrimientos poco fiables, que más tarde se demuestran erróneos o faltos de precisión.

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    Me pregunto si la intuición es un tipo de inteligencia derivada de las tres enunciadas por Robert J. Sternberg. Quizá deberíamos crear otro subgrupo para poderla definir con exactitud.
    La intuición es el producto del rápido procesamiento de miles de datos almacenados en nuestro cerebro, por lo que su calidad y precisión dependerá directamente de la cantidad dichos datos y de su ordenamiento. De ser así, el hombre que escucha más que habla, que aprende y memoriza, que lee… necesariamente tiene más intuición que los demás.

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    Hace unos días, en un programa de televisión preguntaban a unos albañiles en la cola del paro lo que ganaban antes de quedarse sin empleo. Entre mil y mil quinientos euros de promedio oficialmente explicaron, pero con la sobrepaga en dinero negro, todos llegaban a los tres mil. Y al preguntarles si cuando tenían tanto trabajo podían imaginar la actual situación, todos respondieron afirmativamente. Estaban seguros que la cosa no podía durar y como más aguantara, peor sería después.
    Hace poco, a un viejo amigo especulador o trabajador en la bolsa, dependiendo quién lo mire, le pregunté lo mismo y me respondió que todos sabían que la cosa se iba a la mierda (textual). No pudo precisar más o quizá yo no lo entendiera, pero dio a entender que nadie podía explicar con exactitud el por qué, aunque todos supieran, ya de mucho tiempo atrás, este final. Sin embargo, si hiciéramos la misma pregunta a los economistas, a los financieros y a los políticos, la mayoría diría que no.
    Yo, personalmente, desde principios de los noventa, cuando vi como los empresarios empezaron a trasladar las industrias al tercer mundo, cuando vi que los pocos industriales que quedaban despedían o prejubilaban a sus ingenieros y técnicos, mientras mantenían a niños tontos e inexpertos en la producción, supe que nuestra economía se hundiría. Y cuando descubrí que mi hijo sacaba excelentes sin apenas saber escribir correctamente, ni poder situar el mar del Norte y el mar Rojo en el planeta; supe que nos costaría horrores recuperarnos y que la crisis duraría varias generaciones.


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lunes, 17 de octubre de 2011

PSOE: pura y apestosa mierda

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                                                     Extraído de: elEconomista.es

"La Fiscalía ha apoyado la petición del consejero delegado del Santander, Alfredo Sáenz, para que se le conmute la pena de tres meses de cárcel y de inhabilitación profesional que le impuso en marzo el Tribunal Supremo, mientras que los empresarios que lograron su condena se han opuesto al indulto.
Según informaron a Efe fuentes jurídicas, tras recibir el informe favorable del Ministerio Fiscal y la oposición de los perjudicados, el Supremo elaborará en las próximas semanas el informe que le ha solicitado el Ministerio de Justicia para decidir si procede o no conceder la medida de gracia.
El último paso para que el Alto Tribunal redacte el informe se ha dado hoy, con la comparecencia de oposición celebrada en la Audiencia Provincial de Barcelona, que fue el primer tribunal que condenó a Sáenz y a otras dos personas por presentar en 1994 una denuncia falsa contra cuatro empresarios catalanes como medida de presión para que pagaran las deudas de sus empresas con Banesto.
Tres de los empresarios han considerado que "la concesión de un indulto para las benignas penas impuestas" al número dos del Santander sólo podría entenderse como "el tributo del poder oficial al poder real de las finanzas".
Según fuentes jurídicas, los empresarios han sostenido que no existen argumentos para que el Gobierno conceda la medida de gracia, pues Sáenz no ha mostrado arrepentimiento alguno y no existen "razones suficientes de justicia, equidad o conveniencia pública" para otorgar el indulto.
Así, han afirmado que sería "un despropósito jurídico conceder la medida de gracia a quien no ha mostrado ningún signo de arrepentimiento, y no lo muestra quien lejos de aceptar la condena, sigue discutiéndola, negando su corrección y planteando que le han sido lesionados sus derechos fundamentales".
De hecho, el consejero delegado de Santander recurrió el pasado mes de marzo su condena ante el Tribunal Constitucional con el objetivo de que revisara la actuación de la Audiencia Provincial de Barcelona y del Tribunal Supremo.
Los empresarios también rechazan los argumentos de Sáenz de que concurren circunstancias para conceder el indulto, como las dilaciones indebidas que ha sufrido el proceso penal o el impacto del ejecutivo en la estabilidad del sistema financiero español.
"Las víctimas del delito son los primeros perjudicados en la tardía respuesta judicial", han recordado los empresarios.
Además han señalado que las penas impuestas a Sáenz, al exejecutivo de Banesto Miguel Angel Calama y al abogado Rafael Jiménez de Parga "son de muy breve duración y no puede predicarse que son desproporcionadas a la grave conducta de acusar falsamente a unos ciudadanos de cometer delitos".
"Lo que hay, simplemente, es el desagrado, desasosiego, engorro o molestia de los condenados y una posición de proximidad a los círculos de poder que les permite confiar en un indulto sin esforzarse en consignar qué de injusta tiene su condena y en qué han cambiado sus personas desde los hechos y que, ahora, ya no harían lo mismo que hicieron", han afirmado.
En marzo, el Supremo condenó a Sáenz a tres meses de prisión y de inhabilitación para ejercer cualquier actividad bancaria por un delito de acusación falsa contra unos deudores de Banesto, entidad que presidió tras ser intervenida en 1993.
El Alto Tribunal consideró probado que el ejecutivo dio instrucciones para que en 1994 Banesto presentara, a sabiendas de su falsedad, una querella criminal por estafa y alzamiento de bienes contra los empresarios Pedro Olabarría, Luis y José Ignacio Romero y Modesto González Mestre, como medida de presión para que pagaran 639 millones de pesetas que debían sus empresas."
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Podríamos decir que el gobierno del PSOE, al defender y perdonar a un estafador, aparte de cubrirse de gloria y demostrar que se debe a la banca en cambio de a los ciudadanos, se ha cargado la democracia.
En realidad, señores, el PSOE es pura y apestosa mierda.

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sábado, 1 de octubre de 2011

INTELIGENCIA Y CRISIS

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Hoy hablaba con mi padre sobre la crisis, la democracia y la clase política. Y le he llamado la atención sobre los países que mejor torean el descalabro y por quién están gobernados.
¿Hace falta enumerarlos?
Los países con gobernantes de más calidad académica, son los que mejor están afrontando la crisis y hoy pueden disfrutar de crecimiento, excepto Bélgica, que lo ha conseguido gracias a no tener gobierno.
La democracia, por desgracia, termina situando a cada uno en su sitio. Las bases de los partidos, incultas y proclives a seguir al que más chilla, desplazan la inteligencia e imponen a sus líderes; y los pueblos siguen al pico de oro, al que mejor engaña, al guapo de turno...
Analicemos la transición española. Comparemos la calidad académica de los padres de la Constitución, con la de los actuales gobernantes. La misma ciudadanía socialista eligió a Felipe en cambio de Tierno. Podríamos hablar de la derecha, pero supongo que todos sabemos lo que hubo y lo que subió: académicos de categoría contra un inspector que se jactaba de beber mientras conducía, y que su máxima aspiración era codearse con el presidente norteamericano de menos coeficiente intelectual de la historia de su país.
Felipe, aupado por alguien a quien no conocemos, tuvo el gran honor de nombrar a estúpidos, mediocres e incompetentes; y rodearse de pelotazos y peloteros, seudoeconomistas y lampistas como ministros.
¿O no?
Estudiemos a los EEUU, a sus padres de la patria, escritores, inventores, científicos... y cómo, excepto extraños lapsus, se llegó a la degradación de elegir a Bush.
Nosotros, país de grandes cerebros, tenemos el gran mérito de pasar, en solo treinta años, de lo mejor a lo peor. Y es que cada ciudadanía escoge lo que más se le parece.

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domingo, 25 de septiembre de 2011

LA ESTAFA

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El viernes, mientras comía en el restaurante, salió un sabio en la tele para explicar lo que pasaba en eso tan sencillo como es la economía, -debe ser el número trescientos que habla del asunto solo en aquella cadena- y un compañero me preguntó si había entendido algo. Y es que el tipo, en su afán didáctico se había creído en la necesidad de explicarlo como si la ciudadanía de a pie fuera tonta; de tal que al final no lo entendieron ni los listos. Y, claro... le confesé que me había quedado tan en blanco como él.
-Este tipo, Luigi, nadie sabe lo que pretende explicar; aunque para el caso, creo que tampoco lo sabe él -le dije mientras le daba vueltas al tema en busca de algo con que desentrañar el berenjenal.
-Eso es como ir al mercado, ¿entiendes? Si en las pescaderías hay bonito de sobras el precio baja, en cambio, si hay poco sube. Antes el mundo era una fiesta, todos creían que había mucho dinero, los tipos andaban baratos y la banca prestaba con alegría. Entonces cualquiera era bueno y a un inmigrante con contrato ya le prestaban para comprar la casa, el coche, la alfombra del comedor y el viaje a su pueblo por agosto. Pero un día se levantaron por la mañana y descubrieron que todo era supuesto y nada concreto; que el dinero no estaba y solo eran promesas de pago en caso de seguir ganando.
-Pero esto que cuentas es una pirámide y está prohibido –me dijo alarmado.
-Pues eso –le respondí –pero montada por los políticos y rubricada por los banqueros.

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domingo, 18 de septiembre de 2011

HONORABILIDAD

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Lo que daría por estar en su lugar



El Clinico está forrado de carteles, igual que Sant Pau y el resto de los hospitales de Barcelona. Pero el Clínico y Sant Pau son especiales, los primeros hospitales públicos de Barcelona y de los mejores del mundo; y parece ser que los quieren vender.
La mejor sanidad del mundo está en venta, eso sí, después de haber gastado una millonada en modernizarla.
¿Quién la comprará?
Es fácil imaginarlo, sus posibles compradores desayunan a menudo con nuestros políticos y les hacen regalías, aunque solo sea con el mejor servicio a sus familias.
La clase política catalana quiere cargarse de un plumazo el trabajo de ciento cincuenta años, para que sus amiguitos puedan volver a enriquecerse, ya que sus clínicas privadas, propiedad de corporaciones, ni de lejos llegan a la calidad del servicio de los hospitales públicos.
El truco es rebajar costos, despedir gente y convertirlos en apetitosos; después venderlos por poco dinero pagadero en muchos plazos, a cambio de legislar convenientemente para que el costo lo pague en poco tiempo la ciudadanía.
¿A que sí?
Y lo más divertido es que la muy burra sigue votándolos.


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martes, 23 de agosto de 2011

COSAS DE PERROS

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Foto del policía que se ha quitado la placa de identificación, en contra de lo que dicta la ley española.
Foto del policía agresor de Lope Lope

















Amenazando al saberse descubierto, después de partirle la cabeza a Alejandro López. Los periodistas tuvieron que llamar a una ambulancia, ya que fue abandonado en medio de la calle.
Fíjense en su mirada, en sus ojos... y juzguen por sí mismos.


En los setenta les llamábamos perros. Con el tiempo y nosotros en particular, solo definíamos como perro al que se comportaba como tal. Más adelante, cuando la represión franquista se convirtió en paranoia, justo cuando el malnacido y asesino era ministro del interior, -sí, este que ahora hasta Carrillo saluda como amigo y que los ultras lo tienen de presidente honorífico- nosotros lo circunscribimos a los que localizábamos e identificábamos.


Esperemos que la cosa no llegue a más, no fuera que lleguemos a un nivel de degradación de tal magnitud, que nos convirtamos en una vulgar dictadura bananera y que no haya servido de nada tanta lucha ni sacrificio.
Esperemos, en fin, que el Estado de derecho tome cartas en el asunto, que funcione como tal y que no sea necesaria otra gran revuelta democrática. Que de una vez por todas desarticule a una fuerza paramilitar, que por momentos está creciendo en el interior de quienes deben hacer que la ley se cumpla, siguiendo las normas de dicha ley, en cambio de hacer cumplir una ley creada a su antojo y sin seguir ninguna.

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domingo, 21 de agosto de 2011

DE MALNACIDOS

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Este vídeo debe dar la vuelta al mundo para que todos sepan, cuál es la democracia que tenemos y lo valiente que es la policía del Estado español.
No sé si el gilipollas romano lo verá, pero de ser así puede sentirse muy satisfecho.

Igual Ahmadinejad, el persa, puede hacer algo y pedir a la ONU que intervenga. Ya sería el colmo.

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martes, 28 de junio de 2011

DE SUBNORMALES

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Una de dos, la tipa es una malnacida o una estúpida; pero en todo caso es subnormal, aparte de Telemadrid, claro.


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miércoles, 15 de junio de 2011

DE MALNACIDOS

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Antes de votarlos, acordaros bien de eso, porque sois ellos, sois sus cómplices y, por tanto, igual de malnacidos que ellos, que su jefe Felip; que su creador, Saura, escondido tras la bandera de la progresía barata.

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lunes, 30 de mayo de 2011

INDIGNOS

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Estos días y una vez vuelto de mi viaje, me encuentro con un país lleno de indignos sueltos manipulando y tergiversando, demócratas de toda la vida, de cuarenta y pico a cincuenta y pocos. Según ellos, viejos luchadores contra la dictadura, aunque luego a nadie le salgan las cuentas. Y mucho sociólogo de tres al cuarto, tertuliano contratado por TV3, por la 1 y vete a saber por quien más, que se vende por un plato de lentejas mal contadas, para defender la idoneidad del sistema que, según ellos, tanto costó conseguir.
Lo cierto es que a la hora de contratar, prefieren evitar a la gente de la edad y el suficiente bagaje del que realmente luchó por la democracia; aunque no debería extrañarnos que un día, para cubrirse las espaldas, contraten a Fraga como garante y luchador. Todo llegará.
A esos no los llaman por muy baratos que salgan, no fuera que soltasen algo fuera del guión y luego el productor del programa debiera pedir disculpas al consejo de administración. Mejor contratar a los cuatro colgados a sueldo del sistema, a esos que se cargaron lo poco de real que había en esta democracia, que a otros tanto costó.

Debemos reconocer que eso de la democracia real, en España nunca existió; y que la irreal solo ha durado un suspiro. Y pienso que, una de dos, o nos levantaron la camisa o algo debimos hacer mal.

Mediocres en el poder, con otros aún más mediocres como sucesores. Rajoy es un buen ejemplo y Rubalcaba otro que tal. Al primero, Aznar lo contrató para que le cepillara el traje, y como no lo hacía mal, terminó como encargado de llevar el café al consejo de ministros. Ahora el tipo está a punto de ser presidente de gobierno. Fue escogido a dedo por el líder absoluto e incuestionable, por un tipo sin apenas estudios, que no sabe escribir y que declaró una guerra para solo poner los pies sobre la mesa de Bush. Esperemos que por lo menos sepa inglés.
No los escoge nadie, se lo montan entre ellos a través de una terna que les dicta el consejo de administración. Como más idiotas mejor, dicen.

España es una S.A. gobernada por un consejo de administración. El españolito escoge entre la terna que este le dicta. Luego, el elegido monta el presupuesto y el consejo coge lo suyo. El resto a repartir: primero entre esos elegidos y lo que queda para el país.
España es como el Atletic de Gil, que primero lo arruinó para comprar las acciones a precio de saldo, financiadas por los socios sin voz ni voto, que luego aplaudían sus esperpentos a rabiar.
España es una sociedad dividida en tres grupos: unos cuantos dignos, unos cuantos indignos y una mayoría de tontitos que votan a la telebasura, a la tertulia de los cuatro sociólogos anteriormente citados, al circo del fútbol, de las peleas entre el Barsa (Barça) y el Madriz (Madrid)… todos esos que terminan votando al PSOE, al PP, a CIU y a IU.
España es un país de tipos que solo saben poner un ladrillo sobre otro (por cierto, no muy bien), y que con eso creen que ya pueden comprar una casita en la playa e irse de vacaciones a Copacabana con la parienta o a Cuba con los amigotes. De tipos que solo saben hacer furgonetas y coches baratos, y con eso creen que ya pueden comprar un BMW o un AUDI al alemán.
España es un país de incultos, donde sus jóvenes fardan de hablar mal y chulean de no haber terminado la ESO, de consumir coca y sacarle los cuartos a su madre para tunear el Ibiza.


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sábado, 30 de abril de 2011

EN EL CAFÉ - 7

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                                                     CAPÍTULO VII




Ambrosio. – Y bien, ¿puede explicarme lo que para usted es comunismo?


Jorge. – Con mucho gusto.
El comunismo es un modo de organización social en que los hombres, en lugar de luchar entre sí por acaparar las riquezas naturales y explotarse y oprimirse recíprocamente, como en la actualidad, se asociarán y se pondrán de acuerdo para cooperar y conseguir el máximo bienestar posible de cada uno, partiendo del principio de que la tierra, las minas y todas las riquezas naturales pertenecen a todos, y también los productos acumulados y lo adquirido por las generaciones pasadas. Los hombres, en el comunismo se entenderán para trabajar cooperativamente y producir lo necesario para la comunidad.


Ambrosio. – Lo entiendo. Usted quiere, como decía un periodicucho que leí durante un proceso de anarquistas, que cada uno produzca según sus fuerzas y consuma según sus necesidades; o bien que cada uno dé lo que puede y tome lo que necesite ¿Es así?


Jorge. – Efectivamente, esas son máximas que solemos repetir a menudo; pero para que representen correctamente lo que debería ser una sociedad comunista, tal como nosotros la concebimos, habría que saberlas interpretar. No se trata, evidentemente, de un derecho absoluto a satisfacer todas las necesidades propias, pues las necesidades son infinitas y crecen más rápidamente que los medios para satisfacerlas; por consiguiente su satisfacción está limitada por las posibilidades de la producción; no sería útil ni justo que la colectividad, para satisfacer un exceso de necesidad o, mejor dicho, los caprichos de algún individuo, se sometiese a un trabajo desproporcionado por la utilidad producida. Y tampoco se trata de emplear en la producción todas las fuerzas individuales, puesto que eso, tomado literalmente, significa que sería preciso trabajar hasta el agotamiento, es decir, que para satisfacer mejor las necesidades del hombre habría que destruir al hombre.
Lo que nosotros queremos es que todos estén lo mejor posible; es que todos alcancen el máximo de satisfacción con el mínimo de esfuerzo. No podría darle una fórmula teórica que represente exactamente tal estado de cosas; pero cuando nos hayamos quitado de en medio a los patrones y a los gendarmes, y los hombres se consideren hermanos y piensen en ayudarse y no en explotarse unos a otros, no será muy difícil encontrar la fórmula.
De cualquier modo, se obrará como se sepa y se pueda, modificando y mejorando a medida que se aprenda a hacerlo mejor.


Ambrosio. – Entiendo. Usted es partidario de la prise au tas, como dicen sus camaradas franceses: cada cual produce lo que mejor le parece y lo echa al montón o, si usted quiere, deposita en los almacenes comunales lo que ha producido; y cada cual toma del montón todo lo que necesita y le place. ¿Es así?


Jorge. – Advierto que usted ha decidido a informarse un poco sobre la cuestión y supongo que ha leído los documentos de los procesos más atentamente de lo que lo hace cuando se trata de enviarnos a la cárcel. ¡Si los magistrados y los policías hicieran como usted, lo que se nos roba en los allanamientos a nuestros domicilios serviría al menos de algo!
Pero volvamos al tema. Esa fórmula de la toma del montón no es más que un modo de hablar, que expresa la tendencia a querer sustituir el espíritu mercantil de hoy por el espíritu de fraternidad y de solidaridad; pero no indica ciertamente un modo concreto de organización social. Quizá encuentre alguien entre nosotros que toma esa fórmula al pie de la letra, porque supone que el trabajo hecho espontáneamente será siempre superabundante y los productos se acumularían en tal cantidad y variedad que harían inútil toda regulación en el trabajo y en el consumo. Pero yo no pienso así sino que, como le he dicho, el hombre tiene siempre más necesidades que medios para satisfacerlas y me alegro de ello, porque ese hecho es la causa del progreso; y creo que, aunque se pudiese, sería un absurdo derroche de energía producir a ciegas para colmar todas las necesidades posibles, en lugar de calcular las necesidades efectivas y organizarse para satisfacerlas con el menor esfuerzo. Por lo tanto, una vez más, la solución está en el acuerdo entre los hombres y en los pactos tácitos o expresos, que llegarán cuando se haya conquistado la igualdad y estén inspirados por el espíritu de la solidaridad.
Trate de penetrar en el espíritu de nuestro programa y no se preocupe tanto de las fórmulas, que, en el nuestro, como en los demás partidos, no son más que una manera concisa e impresionante, pero casi siempre vaga e inexacta, de expresar una tendencia.


Ambrosio. – ¿Pero no se da cuenta que el comunismo es la negación de la libertad y de la individualidad? Tal vez haya podido existir en los tiempos primitivos, cuando el hombre, poco desarrollado intelectual y moralmente, estaba contento cuando podía satisfacer en la tribu sus apetitos materiales; tal vez es posible en una sociedad religiosa, monástica, que propone la supresión de las pasiones humanas, que se vanagloria de la absorción del individuo en la comunidad conventual y hace de la obediencia el primer deber. Pero en la sociedad moderna, con el florecimiento de la civilización producido por la libre actividad individual, con la necesidad de independencia y de libertad que atormenta y ennoblece al hombre moderno; el comunismo, si no fuese un sueño imposible, sería el regreso a la barbarie. Toda actividad se paralizaría, toda fecunda emulación para afirmar la propia individualidad se extinguiría...


Jorge. – Y así sucesivamente...
¡Basta! No derroche su elocuencia. Esas son frases hechas que conozco desde hace mucho y no son más que otras tantas mentiras, descaradas e inconscientes. ¡La libertad, la individualidad del que muere de hambre! ¡Qué cruel ironía! ¡Qué profunda hipocresía!
Usted defiende una sociedad donde la gran mayoría vive en condiciones animales, una sociedad donde los trabajadores mueren de hambre y de miseria, donde los niños perecen a millones por falta de cuidados, donde las mujeres se prostituyen para tener qué comer; una sociedad donde la ignorancia entenebrece los espíritus, donde el que es instruido debe vender su saber y mentir para comer, donde ninguno está seguro del mañana ¿Y se atreve a hablarme de libertad y de individualidad?
Tal vez la libertad y la posibilidad de desarrollar la propia individualidad existirán para usted, para una pequeña casta de privilegiados... Pero ni eso. Los mismos privilegiados son víctimas de la lucha entre el hombre y el hombre, que corrompe toda la vida social; y saldrían beneficiados viviendo en una sociedad solidaria, libres entre libres, iguales entre iguales.
¿Cómo puede usted sostener que la solidaridad perjudica la libertad y el sentimiento de la individualidad? Si discutiésemos sobre la familia -y de ella hablaremos algún día- no dejaría usted de entonar uno de los himnos habituales a esa santa institución, base, etc. Ahora bien, en la familia -en la que se glorifica, no en la que existe realmente- reinan el amor y la solidaridad. ¿Sostendría usted que los hermanos serian más libres y desarrollarían mejor su individualidad si, en lugar de quererse y de trabajar todos de acuerdo por el bienestar familiar, se pusieran a robarse mutuamente, a odiarse y a pegarse?


Ambrosio. – Pero para regular la sociedad como una familia, para organizar y hacer funcionar una sociedad comunista, se necesita una centralización intensa, un despotismo de hierro, un Estado omnipotente. ¡Figúrese qué potencia opresiva tendría un gobierno que dispusiera de toda la riqueza social y asignase a cada uno el trabajo que debe hacer y la parte que puede consumir!


Jorge. – Ciertamente, si el comunismo tuviera que ser como lo concibe usted y el autoritarismo, sería imposible; o en caso de tal, sterminaría en una colosal y complicadísima tiranía, que tarde o temprano provocaría una gran reacción. Pero nada de todo eso hay en el comunismo que propugnamos. Nosotros queremos el comunismo libre, anarquista, si la palabra no le ofende; es decir, queremos que el comunismo se organice libremente, de abajo a arriba, comenzando por los individuos que se unen en asociaciones, y continuando poco a poco, por federaciones de asociaciones, hasta abarcar toda la humanidad en un pacto general de cooperación y de solidaridad. Y como ese comunismo se habrá constituido libremente, libremente también deberá mantenerse, por la voluntad de los interesados.


Ambrosio. – ¡Pero para que todo eso fuese posible, sería necesario que los hombres fueran ángeles, que fuesen todos altruistas! Y, al contrario, el hombre es por naturaleza egoísta, malo, hipócrita, haragán.


Jorge. – Cierto. Para que sea posible el comunismo se necesita que los hombres, en parte por impulso de sociabilidad y en parte por una justa comprensión de sus intereses, no se odien entre sí y quieran ir de acuerdo y ayudarse mutuamente. Pero esto, lejos de ser una imposibilidad, hoy ya es un hecho normal y general. La presente organización social es causa permanente de antagonismos y conflictos entre las clases y los individuos; y si la sociedad puede mantenerse y no degenera literalmente en una horda de lobos que se devoran entre sí, es precisamente por el profundo instinto social humano que provoca los mil actos de solidaridad, de simpatía, de abnegación y de sacrificio que se realizan en todo momento, sin pensar siquiera en ellos; y que hacen posible que la sociedad perdure, no obstante el egoísmo que lleva en su seno.
El hombre es al mismo tiempo egoísta y altruista y lo es en su misma naturaleza biológica y pre-social. Si no hubiese sido egoísta, es decir, si no hubiese tenido el instinto de la propia conservación, no habría podido existir como individuo; y si no hubiese sido altruista, es decir, si no hubiese tenido el instinto de sacrificarse por los demás, cuya primera manifestación se encuentra en el amor a la prole, no habría podido existir como especie, ni, aún más, llegar hasta aquí.
La coexistencia del sentimiento egoísta y del sentimiento altruista, y la imposibilidad en la sociedad actual de satisfacerlos a ambos, hace que hoy ninguno esté contento, ni siquiera los que ocupan una posición privilegiada. Al contrario, el comunismo es la forma social donde el egoísmo y el altruismo se confunden o tienden a confundirse; y todos los hombres lo aceptarán, porque originará su bienestar y el de los demás.


Ambrosio. – Será como usted dice; ¿pero cree que todos querrán y sabrán adaptarse a las obligaciones que impone una sociedad comunista? ¿Si, por ejemplo, la gente no quisiera trabajar?
Pero usted, para adaptarlo a su imaginario, me dirá que el trabajo es una necesidad orgánica, un placer, y que todos rivalizarán para tener la mayor parte posible de él.


Jorge. – Yo no digo eso precisamente, aunque esa sea la opinión de muchos de mis compañeros. A mi modo de ver, lo que es una necesidad orgánica y un placer es el movimiento, la actividad tanto muscular como nerviosa; pero el trabajo es actividad disciplinada en vista de un fin objetivo y exterior del organismo. Y yo se muy bien que uno puede preferir los ejercicios ecuestres cuando, al contrario, sería necesario plantar coles. Pero creo que el hombre sabe adaptarse y se adapta muy bien a las condiciones necesarias para llegar al fin que persigue.
Dado que los productos que se obtienen del trabajo son necesarios para vivir, y nadie tendría los medios para obligar a los demás a trabajar para él, todos reconocerían la necesidad de trabajar y preferirían la organización donde el trabajo fuese menos penoso y más productivo; como es, según mi opinión, la organización comunista.
Considere, además, que en el comunismo son los mismos trabajadores los que organizan y dirigen el trabajo, y, por consiguiente, tienen el mayor interés en hacerlo agradable y fácil; considere que en el comunismo se formaría naturalmente una opinión pública que condenaría la
ociosidad como perjudicial a todos, y comprenderá que aunque hubiera ociosos, no serían más
que una minoría insignificante que se podría compadecer y soportar sin daño sensible.


Ambrosio. – Pero supongamos que, a pesar de sus previsiones optimistas, los ociosos fuesen muchos, ¿qué harían? ¿Los mantendrían igual? Entonces sería lo mismo mantener a los que llama burgueses.


Jorge. – En verdad existiría una diferencia y grande; pues los burgueses no sólo nos quitan una parte de lo que producimos, sino que nos impiden producir lo que queremos. De ningún modo digo que habría que mantener a los ociosos, cuando fuesen tan numerosos como para originar perjuicios; tanto más cuanto que el ocio y el hábito de vivir a su capricho, también les daría la idea de mandar. El comunismo es un pacto libre; el que no lo acepta, o no lo mantiene, queda fuera.


Ambrosio. – ¿Pero entonces habría una nueva clase de desheredados?

Jorge. – De ningún modo. Todos tienen derecho a la tierra, a los instrumentos de trabajo y a todas las ventajas de que puede gozar el hombre en el estado de civilización a que ha llegado la humanidad. Si uno quiere aceptar la vida comunista y las obligaciones que implica, es cuestión suya. Se acomodará como crea con aquellos con quienes esté de acuerdo, y si se encuentra peor que los demás, eso le demostrará la superioridad del comunismo y le impulsará a unirse con los comunistas.


Ambrosio. – ¿Pero entonces uno sería libre de aceptar o no el comunismo?


Jorge. – Ciertamente; y tendría los mismos derechos que tendrían los comunistas sobre las riquezas naturales y sobre los productos acumulados por las generación pasadas. ¡Qué diablo! ¿No le hablé siempre de libres acuerdos, de comunismo libre? ¿Cómo podría existir libertad si no hubiese alternativa posible?


Ambrosio. – ¿Por tanto usted no quiere imponer sus ideas con la fuerza?


Jorge. – ¿Está usted loco? ¿Nos toma por carabineros o por magistrados?


Ambrosio. – Entonces bien, nada hay de malo. Cada cual es libre de soñar lo que quiera.


Jorge. – Cuidado, sin embargo, con equivocarse; una cosa es imponer las ideas y otra es defenderse de los ladrones y de los violentos, y reconquistar sus propias derechos.


Ambrosio. – ¡Ah, ah! por consiguiente, para reconquistar los derechos emplearán la fuerza, ¿no es así?


Jorge. – Eso no se lo diré. Usted podría preparar por mi respuesta una requisitoria contra nosotros en algún proceso. Lo que le diré es que, ciertamente, cuando el pueblo tenga conciencia de sus derechos y quiera terminar... ustedes correrán el riesgo de ser tratados un poco rudamente. Pero eso dependerá de la resistencia que opongan. Si ceden de buena gana, todo será paz y amor; si en cambio, se obstinan, y yo estoy convencido de que se obstinarán, tanto peor para ustedes. Buenas noches.

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domingo, 17 de abril de 2011

LA PRÓXIMA VEZ FÍJATE BIEN A QUIEN VOTAS

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Eso de la deuda es un cuento, por lo menos tal como está medida.
Hace un par de meses vi entrar a la papelería a un tipo del ayuntamiento. Que si un paquete de folios, que si unas carpetas… se fue sin nada. El vendedor, que era el propietario, sacó una nota, por lo larga que era debía tener casi un año.
-Dile a tu jefe que cuando pague lo que debe-
Ha de ser muy estresante trabajar en un ayuntamiento u oficina del Estado y que el jefe te pida que vayas a buscar cualquier cosa a la tienda más cercana.
Hace poco asistí a un rifi-rafe entre el dueño de un restaurante y el encargado de las finanzas del ayuntamiento. El primero gritaba porque el ayuntamiento pretendía cobrar un impuesto con recargo, cuando todavía le debían las comilonas de los últimos seis meses, mariscadas incluidas.
Farolas, bombillas, bolígrafos, ordenadores, papel… hasta el higiénico; y jabón, lejía, carpintería metálica, sillas… lo deben todo, absolutamente todo.
Los del PP de Catalunya también deben una fortuna, cualquier pago debe ser aprobado por la central madrileña. Centralistas empedernidos, pero no tanto. Lo que pasa, me dicen, es que el PPC no tiene dinero, no gobierna en ningún ayuntamiento y, claro, no puede chupar y necesita el de Madrid.
Eso es deuda, aunque no salga expuesta en las cuentas.
Solo hay una manera que se pongan las pilas: no fiarles nada, así gastarán por lo que recaudan y no por lo que su sistema necesita.
Por ellos no debemos preocuparnos. No pagarán al albañil que les ha solucionado el escape de agua, al electricista que les montó la sala de actos, al informático que les organizó el sistema de cobrar multas. Que sus empleados cobren o no, no es su problema. Que no puedan pagar la cirugía nasal de su hijo, la prótesis de rodilla de su mujer… -ya que a partir de ahora, la lista de espera para esas chorradas de la sanidad pública será de dos o tres años- tampoco es su problema. Ellos cobrarán en su día, de eso no hay duda, y todos disponen de seguro privado, eso sin contar que el gerente de la clínica les hará descuento y mirará que no les falte de nada, no fuera que peligre la recalificación para hacer el aparcamiento o la ayuda para renovar el aparato de la resonancia.
Si no les fiamos más, una de dos: entrarán en colapso o aprenderán a administrarse.

Huelga a la banca, este es el único remedio que le queda al ciudadanito medio; porque si esperamos que el Estado la ponga en su sitio, le haga cumplir las mismas leyes que al resto de los mortales, vamos aviados.
Hay que buscar nuevas fórmulas de financiación y ahorro más honestas, las asociaciones de vecinos, las comunidades de escalera… son una buena opción. El procedimiento que esas organizaciones administren nuestro ahorro y repartan crédito entre los vecinos. Una tele nueva, un coche… Primero las pequeñas compras, después las más grandes. Primero una pequeña cuota, después la totalidad del dinero que tienes en el banco, que te da una miseria a cambio de impuestos, de comisiones, de problemas.
La banca solo debe servir de intermediario internacional, a poder ser de titularidad estatal. Si España no la tiene se busca la francesa, la alemana… Así de sencillo y así nuestros gobernantes espabilarán.
Por mi parte ya hace unos cuantos años que utilizo le menos posible la banca. Al principio parecía una estupidez, una chiquillada; pero con el tiempo y una buena gestión hemos ido afinando el sistema.
Consumidor-tienda-manufacturero-tejedor-hilador… Siempre es el mismo recorrido, solo había que organizarlo.
Primero fuimos nosotros con la tejeduría y las tiendas, luego e resto se ha ido espabilando.
¿Para qué buscar más dinero si siempre es el mismo que corre de mano en mano? Cuando uno lo necesita, al otro le sobra; solo hay que adelantar o atrasar los cobros, de manera que el que precisa financiación puntual, disponga de ella sin necesidad de ir al banco.
¿Para qué utilizar su sistema de cobros, si quedamos cuatro, nos conocemos y el vendedor hace de cobrador?

Huelga de impuestos.
Montamos tiendas para vender directamente nuestro producto. Así es más fácil bajar los precios de lo que no tiene salida, sin necesidad de esperar que el tendero tenga a bien hacerlo. Pero no solo es eso, con el producto de solo uno no es posible disponer de la suficiente variedad, por tanto intercambiamos mercancía con otros productores que tienen el mismo problema. No se necesitan facturas, solo apuntes en condición y a final de temporada se liquida el resultado, solo eso; casi sin impuestos, sin movimiento bancario… no hace falta.
Si cobramos con tarjeta es el mismo precio, así lo dicta la ley, pero nadie nos prohíbe hacer un descuento a quien pague sin ella. En tu casa haces lo que te viene en gana.

En la tienda, en la peluquería, en el bar… si no tienes aforo suficiente pones una cadena musical. Si tienes la suerte de tenerlo, pones música libre de derechos. Hay la suficiente y cada día más. El soporte cómpralo de contrabando, no tienes por qué pagar derechos de autor por algo vacío, así el Estado espabilará.

Y, por último, la próxima vez fíjate bien a quien votas.


Y ahora una de humor.
Para el que no entienda inglés igualmente vale la pena visualizarlo




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martes, 5 de abril de 2011

LA ESPAÑA NEGRA

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Últimamente mi socia anda muy generosa. No se muestra tan exigente con el asunto del IVA, y eso facilita la venta.
Las tiendas no quieren IVA, un 18%, aparte del 4% del régimen de equivalencia significa el 22% sobre el precio real. Normalmente trabajan en estimación objetiva y los módulos no perdonan. Vaya bien o mal, deben pagar el módulo correspondiente.
Una facturita al principio de la temporada, lo más pequeña posible. Si no cedes, la venta se la lleva otro. El mercado está mal, hay crisis y cuadrarse con lo del IVA significaría el cierre seguro.
La tienda tampoco se lo puede permitir, la competencia es muy dura, los chinos arrasan en precio y la tienda de enfrente puede vender barato porque sus proveedores facturan en blanco.
Lo tomas o lo dejas, esa es la opción y decidimos la única posible.

Hasta ahora mi socia me presionaba. Si no facturamos debemos cerrar, decía. La materia viene de fuera, importada, y en eso no hay salida; por otro lado debemos vender un mínimo, de otra manera no podríamos mantener la empresa de manera legal.
De vez en cuando le veía facturar al famoso empresario, cuarenta o cincuenta mil euros al trimestre. Insuficiente para nivelar la situación, pero algo hacía y el resto se podía encontrar entre algunas inmobiliarias, que siempre necesitaban dinero negro para pagar esas famosas comisiones que nadie ha visto. Nosotros blanqueábamos y ellos ennegrecían.
Ahora ya no hay inmobiliarias, de manera que no sé de dónde sacarán el dinero los partidos políticos. Quizá del deporte, tal vez de los innumerables cargos que algunos atesoran. Ahora es el famoso empresario, a quien, ante el cierre de tanta empresa, las que quedamos podemos facturarle cientos de miles, algunas hasta millones.
Conocía un tejedor que le facturaba varios millones al año, pero el pobre ha cerrado. El banco le cerró el grifo y su empresa entró en fallida. ¿A quién se le ocurre, con los tiempos que corren, montar una fábrica en Rumanía?
Donde este no llegaba lo hacía otro, pero también cerró. Una empresa familiar, pequeña pero sólida. Los impagados me dijo. Y es que en nuestro mundo ya quedamos pocos y todos nos conocemos.
Ahora las que quedan deben cubrir el agujero, millones de metros ficticios, que nadie fabrica, que nadie ve. Miles de toneladas de hilo, docenas de miles de kilowatios de luz y miles de horas de telar. Millones de metros de tejido de importación que se factura y no se expide. Tejido que se factura a uno y se vende a cientos.
Ya no tenemos problema, me dice. Podemos comprar lo que queramos sin IVA. Podemos vender lo que nos dé la gana sin IVA. El famoso empresario se lo traga todo, le facturo lo que sea y al día siguiente tengo el dinero del IVA en el banco.
Y es que el famoso empresario gana más dinero que nunca, eso dice. Los diarios de economía lo ensalzan, es el único que vende de todo el país. Aunque lo cierto es que nadie lo entiende, puesto que sus tiendas están vacías y la gente que entra, sale sin haber comprado. Sus dependientes, sus encargados lo confiesan. Vendemos menos que nunca, no sé cómo podemos soportar tanto gasto. Pero no, no es cierto, los números cantan y el famoso empresario ha batido su propio récord en plena crisis de consumo.

Si no fuera porque le facturo docenas de miles de prendas sin necesidad de entregárselas, de fabricarlas. Si no fuera porque sé quien le factura millones de metros de tela sin necesidad de entregárselos, ni fabricarlos… hasta me lo creería.
A mi me da mucho qué pensar. Lo cierto es que en su cuenta entra mucho dinero, muchísimo, y no conozco su procedencia. Si la enorme venta que declara fuera cierta no necesitaría tanta ficción.
En realidad al Estado las cuentas le cuadran, que es lo que demanda y espera; que nosotros fabriquemos y facturemos, aunque la mercancía la compre uno y el impuesto lo pague otro. Al Estado eso le importa un carajo o vete a saber… igual legisla así a propósito.
¿Qué haría el famoso empresario si todo el mundo trabajara legalmente?
No encontraría quién le facturase y su banco no sabría qué hacer con tanto dinero oscuro ¡Vaya problema! Seguramente ya se habría ido con el negocio a otra parte, y eso no puede ser. ¿Qué haría el banco sin su dinero?


Pepe, ¿conoces alguien que se quiera quedar mi barca, que la pague bien?
Pues sí… un gallego que viene una vez al mes y las compra todas, estén como estén.
¿Un gallego? Pero Pepe… que eso cae muy lejos y los llauds son barcas mediterráneas.
¡AH! ¿Es que no lo sabes? El gallego las lleva a la ría y las suelta en medio del mar, para desorientar el radar de la guardia civil. Allí hay muchas como la tuya, embargadas, apresadas… Así, cuando con su radar ven a la patrulla marchar al norte, tras un par de barcas que corren y no responden a la llamada, ellos pueden entrar la mercancía por el sur.
¡Qué tonto! No se me había ocurrido.


Hoy he hablado del tema con mi socia. No siento remordimiento, mi dinero es limpio, producto de lo que fabrico y vendo. A ella le pasa lo mismo.
Son empresas subsidiarias, que en principio solo trabajan para abastecer a sus talleres y compran tejido y complementos. Otras se dedican a fabricar prendas y piden facturas a talleres como el del Tse.
El Tse es un chino que trabaja para varios de nosotros, legal, con toda su gente regularizada. Sin embargo, nunca me factura, ni a mí ni a mis conocidos. Cuarenta trabajadores y casi cien máquinas, una producción enorme.
¿A quién factura para mantener tanto aparato?
Al famoso empresario. A quién si no, si se lo presenté yo mismo.

La España negra. Y nunca mejor dicho.

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jueves, 31 de marzo de 2011

ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLITOS

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“España es una democracia secuestrada por las grandes empresas, por una plutocracia mercantilista que ha puesto las instituciones del Estado a su servicio”
(Roberto Mangabeira Unger, ex ministro de exteriores de Brasil.)



Jordi Pujol dice que debemos ser independientes, ya que España nunca nos tratará bien. Se queja porque no hay suficiente dinero para sus cachorros, pero el nunca habla solo de economía, eso dice, aunque pocos le creen.
El españolito de a pie cree que en Catalunya se persigue a los castellanoparlantes, un 55’6% de los catalanes según el último sondeo. El 32’4% habla el catalán, el 55’6% el castellano y un 7% ni uno ni otro. Del resto nadie sabe nada, pero para el españolito de a pie, lo importante no es este 7% o los que nadie sabe dónde mierda están, para el españolito lo importante es la inmersión lingüística, aunque no tenga ni puta idea de lo que es, y este 55'6%, sorprendentemente la mayoría. A Jordi Pujol tampoco le importa, pero sí sabe lo que es y se vanagloria de lo muy cosmopolitas y abiertos que son los catalanes, pese su empeño en conseguir todo lo contrario.

Los directores de los ambulatorios han anunciado que si un ordenador se estropea, no habrá otro, aunque el médico no pueda prescribir recetas, por ser ahora todas electrónicas, ni mirar la historia clínica del paciente.
Dicen que el recorte será de un 10%, pero cierran más consultas que una de cada diez, más camas que una de cada diez, despiden más trabajadores que uno de cada diez y cierran más quirófanos que uno de cada diez. En realidad les importa un carajo la sanidad pública. Rebajar el presupuesto era algo que ya tenían previsto. Ellos quieren potenciar la medicina privada, los seguros médicos. Lo confesaron solo llegar al poder. Les importa un carajo porque todos tienen su seguro privado, ellos y el 30% de los catalanitos, esos que dicen estar de acuerdo con el tijeretazo y que no pisan un hospital público porque huele mal.

Jordi Pujol se queja del gobierno central. No recuerda que fue él quien pactó con Felipe y con Aznar el expolio del país que dice defender, que fue el Tripartit quien consiguió más justicia en el reparto del pastel, pese sus intentos de boicot. Y es que sus cachorros no cobraban comisión.

No tenemos dinero para la sanidad, para la educación… pero el FROB rescatará a la CAM y vete a saber cuántas más; y después la venderá a la banca por mucho menos dinero. La rescatará con las hipotecas sobrevaloradas y la venderá a su precio, es el truco; y con el dinero, sus consejeros y presidentes cobrarán sus bonos millonarios. Después de todo son sus amigos y es su futuro retiro.
El españolito paga las hipotecas más caras, para comprar los pisos más caros de Europa, sobrevalorados por la misma banca que le presta; después es embargado por lo que vale y el resto debe pagarlo con su trabajo. Es lo que dice la ley de los jueces y los políticos españoles. Es la estafa perfecta.

España es un país de idiotas que votan a estafadores profesionales; de cobardes y estúpidos, que como remedio a sus males prefieren buscar a inmigrantes sin papeles, antes de enfrentarse a los malnacidos que les dan por el culo.

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miércoles, 16 de marzo de 2011

EN EL CAFÉ - 6

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                                                              CAPÍTULO VI




Jorge. – Y bien, ¿han visto lo que ha sucedido? Alguien transcribió a un periódico nuestra última conversación y, por haberla publicado, ha sido secuestrado (Algunos de estos capítulos fueron escritos en 1897 y publicados en L’Agitazione, de Ancona, que era frecuentemente víctima del secuestro)


Ambrosio. – ¡Ah!


Jorge. – No, usted no sabe nada, claro... No comprendo cómo puede pretender tener razón cuando teme que el público conozca sus ideas. En aquel periódico estaban fielmente reflejados sus argumentos y los míos. Debería satisfacerle que el público pueda apreciar las bases sobre las que se apoya la actual constitución, y hacer justicia a las vanas críticas de sus adversarios. Pero al contrario, usted cierra la boca a la gente, confisca.



Ambrosio. – No tengo nada que ver con eso; pertenezco a la magistratura y no al ministerio público.


Jorge. – Ya, pero son todos colegas y les anima el mismo espíritu. Si mi conversación le
aburre, dígamelo e iré a hablar a otra parte.


Ambrosio. – No, no, al contrario. Le confieso que me interesa mucho. Continuemos, y en cuanto al secuestro, avisaré al procurador del rey. Después de todo, por ley nadie puede negarle el derecho a discutir.


Jorge. – Continuemos pues. La otra vez, si recuerdo bien, al defender el derecho de propiedad, usted tomó por base primero la ley positiva, es decir, el código, después el sentimiento de justicia, y por lo tanto la utilidad social. Permítame que recapitule en pocas palabras mis ideas al respecto. Según mi opinión, la propiedad individual es injusta e inmoral porque está fundada sobre la violencia abierta, sobre el fraude, o sobre la explotación legal del trabajo ajeno; y es nociva porque obstaculiza la producción e impide que se obtenga de la tierra y del trabajo todo lo necesario para satisfacer las necesidades de todos los hombres, porque crea la miseria de las masas y engendra el odio, los crímenes y la mayor parte de los males que afligen la sociedad moderna. Por eso la quisiera abolida para substituirla por un régimen de propiedad común, en el cual todos los hombres, dando su justa contribución de trabajo, obtuviesen el máximo de bienestar posible.



Ambrosio. – No veo con que lógica llega usted a la propiedad común. Usted ha combatido la propiedad porque, según su opinión, deriva de la violencia y de la explotación del trabajo; ha dicho que los capitalistas regulan la producción en vista de su beneficio y no para satisfacer al máximo las necesidades del público, con el menor esfuerzo posible de los trabajadores. Usted ha negado el derecho a obtener una renta de una tierra que no se cultiva con las propias manos, de prestar a interés el propio dinero o de sacar un beneficio empleándolo en la construcción de casas y otras industrias; pero el derecho del trabajador al producto del propio trabajo lo ha reconocido usted mismo; más aún, se ha convertido en su paladín.
Por consiguiente, por lógica, usted puede reclamar la verificación de los títulos de propiedad hecha según su criterio, la abolición del interés del dinero y de la renta; puede incluso pedir la liquidación de la sociedad presente y la división de las tierras y de los instrumentos de trabajo, entre los que quieren servirse de ellos, pero no puede hablar de comunismo. La propiedad individual de los productos del trabajo personal deberá existir siempre; y si quiere que su trabajador emancipado tenga la seguridad del mañana, sin la que no se hace trabajo alguno que no da un fruto inmediato, debe reconocer también la propiedad individual de la tierra y de los instrumentos de producción que uno emplee, al menos mientras los emplee.


Jorge. – Muy bien, continúe; se diría que usted también cree en el socialismo. Aunque de una tendencia distinta que la mía: pero, en fin, es socialismo. Un magistrado socialista es un fenómeno interesante.


Ambrosio. – No, no, nada de socialista. Lo hacía sólo para sorprenderle en contradicción y mostrarle que siguiendo su lógica debería ser no un comunista, sino un “repartidor”, un partidario de la división de los bienes. Y entonces le diría que el fraccionamiento de la propiedad haría imposible toda gran empresa y provocaría miseria general.


Jorge. – Yo, no soy repartidor, un partidario de la división de los bienes, ni, que yo sepa, lo es ningún socialista moderno. No creo que dividir los bienes sea peor que dejarlos unidos en manos de los capitalistas; pero sé que esa división, si fuera posible, sería perjudicial para la producción. Además no podría durar y llevaría de nuevo a la constitución de las grandes fortunas, a la explotación a outrance.
Digo que el trabajador tiene derecho al producto íntegro de su trabajo; pero reconozco que ese derecho no es más que una fórmula de justicia abstracta; y significa, en la práctica, que no debe haber explotadores, que todos deben trabajar y todos deben disfrutar de los frutos del trabajo, según los modos que convengan entre sí.
El trabajador no es un ser aislado en el mundo, que viva por sí y para sí, sino un ser racional que vive en un cambio continuo de servicios con los demás trabajadores, y debe coordinar sus derechos con los derechos de los demás. Por lo demás, es imposible, máxime con los métodos modernos de producción, determinar en un producto cuál es la parte exacta del trabajo de cada uno, como es imposible determinar, en la diferencia de productividad de cada obrero, o de cada grupo de obreros, que parte se debe a la diferencia de habilidad y de energía desplegada por los trabajadores y que parte depende de la diferencia de fertilidad del suelo, de la calidad de los instrumentos empleados, de las ventajas o dificultades dependientes de la situación topográfica o del ambiente social. Y, por tanto, la solución no puede encontrarse en el respeto al derecho estricto de cada uno, sino que debe buscarse en el acuerdo fraternal, en la solidaridad.


Ambrosio. – Pero entonces no existirá la libertad.


Jorge. – Al contrario, entonces es cuando habrá libertad. Ustedes, los llamados liberales, llaman libertad al derecho teórico y abstracto de hacer una cosa, y serían capaces de decir, sin reír ni ruborizarse, de un hombre que ha muerto de hambre por no haber podido procurarse el alimento del que hay suficiente. Nosotros, al contrario, llamamos libertad a la posibilidad de hacer una cosa o no hacerla, y esta libertad, que es la única verdadera, se vuelve tanto mayor cuando crece el acuerdo entre los hombres y el apoyo que se dan entre sí.


Ambrosio. – Usted ha dicho que si se dividieran los bienes, se reconstituirían pronto las grandes fortunas y se volvería al anterior estado. ¿Por qué?


Jorge. – Porque desde el principio sería imposible ponerlos a todos en estado de perfecta igualdad y luego mantenerla. Las tierras difieren grandemente entre ellas, las unas producen mucho con poco trabajo y las otras poco con mucho trabajo. Y las ventajas y desventajas de todo tipo que ofrecen las diversas localidades son grandes, y grandes también las diferencias de fuerza física e intelectual entre hombre y hombre. Ahora bien: en el momento de la división surgiría naturalmente la rivalidad y la lucha: las mejores tierras, los mejores instrumentos, los mejores lugares irían a manos de los más fuertes, más inteligentes o más astutos. Por consiguiente, encontrándose los mejores medios materiales en manos de los hombres mejor dotados, éstos se verían pronto en posición muy superior a los demás, y, partiendo de esta ventaja primigenia, fácilmente aumentarían en fuerza, volviendo a comenzar así un nuevo proceso de explotación y e el mismo espíritu xpropiación de los débiles que reconstituiría la sociedad
burguesa.


Ambrosio. – Pero eso se podría impedir con buenas leyes que declarasen inalienables las cuotas individuales y circundasen a los débiles de serias garantías legales.


Jorge. – ¡Uff! Usted siempre cree que todo puede solucionarse con leyes. Se nota su profesión. Las leyes se hacen y se deshacen según el capricho de los fuertes.
Los que son un poco más fuertes que el término medio, las violan; los que aún son más fuertes, las suprimen y hacen otras en su interés.


Ambrosio. – ¿Y entonces?


Jorge. – Entonces, se lo he dicho ya: es preciso sustituir la lucha entre hombres por el acuerdo y la solidaridad, y para conseguirlo, ante todo hay que abolir la propiedad individual.



Ambrosio. – Me pregunto si es usted comunista Todo es de todos, trabaja el que quiere y el que no quiere hace el amor. Comer, beber, divertirse. ¡Vaya país de Jauja! ¡Y que vida más hermosa, y que bello manicomio! -Risas-.


Jorge. – Al ver el aspecto que usted ofrece al querer defender con razonamientos esta sociedad, que sólo se rige con la fuerza bruta, no me parece verdaderamente que tenga mucho de qué reír.
Sí, señor, soy comunista. Pero usted parece tener una noción muy extraña sobre el comunismo. La próxima vez trataré de hacérselo comprender.
Por hoy, buenas noches.

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viernes, 25 de febrero de 2011

DE REVUELTA

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"En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario" (G. Orwell)


Primero: el descalabro del sistema financiero provocado por la especulación, la irresponsabilidad y el latrocinio institucionalizado, su descapitalización a favor de los especuladores, sus asesores y accionistas.

Segundo: el rescate. Más de un billón y medio de euros, de los billones europeos, no de los norteamericanos, desaparecido por ensalmo, entre inyecciones, planes de estímulo y ayudas en forma de créditos al 1%, para devolvérselos a precio de mercado.

Tercero: pagar la factura. Los mismos que han provocado el descalabro y que especulan con la deuda claman al cielo. Tenemos demasiados derechos sociales, dicen; demasiado seguro de paro, demasiado gasto médico, demasiados servicios públicos… y demasiados impuestos para su casta. Hay que recortar para pagar la deuda provocada por un Estado demasiado complaciente con el nuevo obrero: la clase media.

Cuarto: desmantelar el sistema financiero sin ánimo de lucro, las cajas deben ser regaladas a la banca para su rapiña. Es la última competencia y debe desaparecer como ente social.

Quinto: la disminución de salarios y de derechos del trabajo. Hay que competir con el tercer mundo, que carece de derechos, de sindicatos y de salarios dignos.


El resultado: la vuelta al racismo, al desprecio del débil y el olvido de la solidaridad. Los emigrantes deberán volver a sus países de origen, para evitar que sigan disfrutando los pocos servicios sociales que quedan. Ya no son bienvenidos, nos roban nuestros puestos de trabajo. El final del pacto social, la derecha feudal avanza gracias al chantaje y a que los sindicatos están dirigidos por sus mercenarios. Vuelve el trabajo a destajo y el final de los convenios colectivos.


La consecuencia: ya no sirve una democracia putrefacta, en la que el latrocinio de unos se ha convertido en legal; en que la justicia defiende el atraco, premia el delito y castiga la honradez; en que los electos se mofan de los electores, blindan sus pensiones y salarios, se chulean públicamente y esconden sus fortunas en los paraísos fiscales que se niegan a desmantelar.


La solución: la revuelta absoluta, la colectivización de los recursos, del trabajo y de los medios para desarrollarlo; y la persecución del atracador y de su camarilla, y la incautación de todos sus bienes.


La manera: ¿hace falta explicarlo?

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lunes, 21 de febrero de 2011

DE RACISMO

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Tu coche es alemán, el vodka que bebes es ruso, el kebab que comes es turco y la pizza italiana. Tu democracia es griega, el café que tomas es brasileño y las películas que ves son estadounidenses. El té es tamil, tu camiseta es de la India, la gasolina de tu coche es de Arabia Saudita y tus equipos electrónicos son chinos, los números con que cuentas son árabes y las letras con que escribes latinas. ¿Y te quejas de que tu vecino es inmigrante? Contrólate.

Compártelo si no eres racista.

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lunes, 14 de febrero de 2011

LOS GOYA

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“Agustí Villaronga es un cineasta periférico. Si estuviera muerto o hubiera nacido en Centroeuropa, lo meterían en las cubetas de DVD con la etiqueta "de culto". Como es catalán, aquí se decía que era "raro".
Su circuito natural era el de las salas pequeñas de cines de versión original y los festivales más prestigiosos, pero también periféricos. Antes de los Goya, por ejemplo, venía de recibir un homenaje y retrospectiva en el muy prestigioso (pero también marginal) Festival de cine de Rotterdam (por cierto, allí triunfó Finisterrae, otro filme catalán).”
  ADN (Cultura & Ocio)

Lo del “&” será porque no saben poner una “Y”. Y es que los medios van sobrados de cultura, tanto que hasta se permiten fantasías enciclopédicas. Y luego se extrañan que los blogs tengan tanto éxito.

Ahora hablan del Loby catalán para poder razonar el por qué los favoritos no han ganado. Así les va en taquilla.
Hasta la fascista y retrógrada ha dicho que a ella le hubiese gustado que Álex se llevara más premios. Será que tampoco entiende que en la periferia cultural y de lengua diferente, se haga cine tan bueno o mejor que en su casa.

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domingo, 13 de febrero de 2011

EN EL CAFÉ - 5

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                                                           CAPÍTULO V



Jorge. – Por lo que recuerdo, señor magistrado, habíamos dejado la conversación en el derecho de propiedad.


Ambrosio. – Efectivamente. Y siento verdadera curiosidad por oírle defender en nombre de la justicia y del derecho, sus propósitos de expoliación y de rapiña.
Una sociedad en que nadie estuviera seguro de lo suyo, no sería una sociedad, sino una horda de lobos dispuestos siempre a devorarse entre sí.


Jorge. – ¿Y no le parece que es eso lo que ocurre en la actualidad?
Usted nos acusa de querer la expoliación y la rapiña; pero, al contrario, ¿no son los propietarios los que expolian continuamente a los trabajadores y les arrebatan el fruto de su trabajo?


Ambrosio. – Los propietarios emplean sus bienes como mejor les parece y tienen el derecho de hacerlo, del mismo modo que los trabajadores disponen libremente de sus brazos. Patrones y obreros contratan libremente el precio de la obra, y cuando el contrato no es violado, ninguno tiene derecho a quejarse.
La caridad podrá aliviar los dolores demasiado agudos, los sufrimientos inmerecidos, pero el derecho debe permanecer intangible.


Jorge. – ¡Pero qué dice usted de contrato libre! Si el obrero no trabaja, no come, y su libertad se parece a la del viajero asaltado por los atracadores, que da la bolsa para que no le quiten la vida.


Ambrosio. – Admitámoslo; pero no por eso puede negar el derecho a cada cual de disponer de lo suyo como le plazca.


Jorge. – ¡Lo suyo, lo suyo! Pero, ¿cómo y por qué puede decir el propietario agrícola que la tierra y los productos son suyos y cómo puede llamar bienes suyos el capitalista a los instrumentos de trabajo y a los demás capitales creados por la actividad humana?


Ambrosio. – La ley les reconoce el derecho.


Jorge. – ¡Ah! Si solo se trata de eso, entonces el atracador también podría tener el derecho a asesinar y a robar; solo tendría que formular algunos artículos de la ley que le reconociese ese derecho. Y, por lo demás, eso es precisamente lo que han hecho las clases dominantes: han hecho la ley para consagrar las usurpaciones ya perpetradas, o como medio para las nuevas.
Si todos sus “supremos principios” están fundados en los códigos, bastará que mañana una ley decrete la abolición de la propiedad privada, y lo que usted llama rapiña y expoliación se convertirá repentinamente en un “principio supremo”.


Ambrosio. – Eso no es posible, la ley ha ser justa y debe conformarse con los principios del derecho y de la moral, y no del resultado de un capricho desenfrenado, de otro modo…


Jorge. – Por lo tanto no es la ley la que crea el derecho, sino el derecho el que justifica la ley. Entonces, ¿cuál es el derecho según el que toda la riqueza existente, tanto la natural como la creada por el trabajo del hombre, pertenece a pocos individuos y les da derecho de vida y de muerte sobre el resto?


Ambrosio. – Es el derecho que tiene, que debe tener todo hombre a disponer libremente del producto de su actividad. Es un sentimiento natural del hombre, sin el cual no habría sido posible civilización alguna.



Jorge. – Bien, he aquí cómo se convierte en defensor de los derechos del trabajo. Excelente, pero dígame, ¿cómo es que aquéllos que trabajan son los que no tienen nada, mientras que la propiedad pertenece precisamente a los que no trabajan?
¿No le parece que lo lógico sería tratar a los actuales propietarios como usurpadores, y que, en justicia, sería necesario expropiarlos para devolver las riquezas a sus legítimos propietarios, los trabajadores?


Ambrosio. – Si hay propietarios que no trabajan, es porque han trabajado antes, ellos o sus antepasados, y tuvieron la virtud de ahorrar y el ingenio de hacer fructificar sus ahorros.


Jorge. – Claro… imagine usted un trabajador, que en general apenas gana para alimentarse, ahorrando y amontonando riquezas.
Usted sabe perfectamente que el origen de la propiedad está en la violencia, en la rapiña, el robo legal o ilegal. Pero admitamos que exista quien haya conseguido ahorrar dinero sobre el producto de su trabajo, de su propio trabajo personal; si lo quiere disfrutar más tarde, cuándo y cómo le parezca, no hay nada que objetar. Pero la cosa cambia completamente de aspecto cuando comienza lo que usted llama: hacer fructificar los ahorros. Eso significa hacer trabajar a los demás y robarles una parte de su trabajo; significa acaparar mercaderías y venderlas más caras de lo que cuestan; significa crear artificialmente la carestía para especular sobre ella, significa quitar a los otros los medios para vivir trabajando libremente, a fin de obligarles a trabajar por poco salario. Y otras tantas cosas parecidas que ya nada tienen que ver con el sentimiento de justicia y que demuestran que la propiedad, cuando no deriva de la rapiña franca y abierta, lo hace del trabajo de los demás.
¿Le parece a usted justo que un hombre que, concedámoslo, con su trabajo y con su ingenio ha reunido un poco de capital, pueda después robar a los demás el producto de su trabajo y, además, entregar a todos sus descendientes el derecho a vivir ociosos a costa de los trabajadores?
¿Le parece justo que, porque haya habido unos pocos hombres trabajadores y ahorradores, que han acumulado capital, el resto de la humanidad deba ser condenada a la perpetua miseria y al embrutecimiento?
Por otro lado, aunque uno haya conseguido, sólo a través de su esfuerzo, disponer de multitud de recursos no podría por eso ser autorizado a causar mal a los demás, para quitarles los medios de vida. Si alguien hiciera un camino a lo largo del litoral, no podría reivindicar por eso el derecho a impedir a los otros el acceso al mar. Si alguien pudiese cultivar por sí solo toda una provincia, no podría por eso condenar al hambre a todos los sus habitantes. Si uno hubiese creado nuevos y poderosos medios de producción, no tendría derecho a usar su invención para someter al resto de los hombres y, menos aún, el de asociar a todos sus descendientes el derecho a dominar y explotar las generaciones futuras.
Aparte de eso, ¿cómo puede suponer, aunque sólo sea un instante, que los actuales propietarios son trabajadores o descendientes de trabajadores? ¿Quiere usted que le explique el origen de la riqueza de todos los señores de nuestro país, tanto de los nobles de vieja estirpe como de los nuevos administradores?


Ambrosio. – No, no, por favor, dejemos a un lado las cuestiones personales. Si hay riquezas mal adquiridas, no es esa una razón para negar el derecho de propiedad. Lo pasado, pasado está y de nada sirve buscar su origen de siglos pasados.


Jorge. – No los removamos, si así lo desea. Para mí la cosa no tiene importancia. La propiedad individual debe ser abolida, no sólo porque puede haber sido más o menos mal adquirida, sino porque da el derecho y los medios de explotar el trabajo ajeno y siempre termina por poner la mayoría de los hombres bajo el albedrío de unos pocos.
Pero, a propósito, ¿cómo puede justificar usted la propiedad individual de la tierra con su teoría del ahorro, cuando no puede decirse que ha sido producida por el trabajo de los propietarios o de sus antepasados?


Ambrosio. – He aquí la cuestión. La tierra inculta, estéril, no tiene valor. El hombre la ocupa, la abona, la hace fructífera y, naturalmente, tiene derecho a los frutos que sin su trabajo no habría producido.


Jorge. – Perfectamente: ese es el derecho de los trabajadores a los frutos de su trabajo; pero ese derecho cesa apenas se termina de cultivar la tierra. ¿No le parece?
Ahora bien: ¿cómo es que los propietarios actuales poseen territorios, a menudo inmensos, que no trabajan para ellos mismos, que no han trabajado nunca y que, a menudo, ni siquiera dejan trabajar a otros? ¿Cómo es que unos pocos poseen tierras que jamás fueron cultivadas? ¿Qué tipo de trabajo puede haber dado origen, en este caso, al derecho de propiedad?
La verdad es que la tierra y todavía más el origen de la propiedad es la violencia. Y usted no logrará justificarla si no es aceptando el principio de que el derecho es la fuerza, en cuyo caso... ¡ay de ustedes si un día son los más débiles!


Ambrosio. – En todo caso, usted olvida la utilidad social, las necesidades inherentes al consorcio civil. Sin el derecho de la propiedad no habría seguridad ni trabajo ordenado; y la sociedad se disolvería en el caos.


Jorge. – ¡Cómo! ¿Ahora me habla de utilidad social? ¡Pero si en nuestra primera conversación hablé de los males que la propiedad produce, y usted me recordó la cuestión del derecho abstracto!
Pero basta por esta noche. Discúlpeme, debo marchar. Volveremos a hablar.

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viernes, 4 de febrero de 2011

EN EL CAFÉ - 4

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                                                       CAPÍTULO IV



César. – Me gusta razonar con usted. Tiene una manera de presentar las cosas que parece tener razón... y no digo que se equivoque en todo.
En el actual orden social hay ciertamente absurdos reales o aparentes. Por ejemplo, una cosa imposible de entender es la aduana. Mientras que la gente muere de hambre o de pelagra por no tener pan bueno y abundante, el gobierno dificulta la recepción del grano de América, que tiene más del que necesita y desea vendérnoslo. Es como uno que, teniendo hambre, rehusara comer. Sin embargo...

Jorge. – Sí, pero el gobierno no tiene hambre; y tampoco la tienen los propietarios del grano de Italia, en interés de los cuales, el gobierno decreta derechos de entrada sobre el trigo. Si decidiesen los que tienen hambre, nadie rehusaría la importación del grano.

César. – Lo sé, y comprendo que con esos argumentos logre usted abrirse camino entre el pueblo, que ve las cosas en conjunto y por un solo lado. Pero, a fin de no engañarse, es necesario examinar todos los aspectos de la cuestión y yo me preparaba a hacerlo cuando me interrumpió.
Es verdad que el interés de los propietarios influye mucho en la imposición de las tarifas de entrada. Pero, por otra parte, si las fronteras fuesen abiertas, los americanos que pueden producir grano y carne en mejores condiciones que nosotros, acabarían por abastecer completamente nuestro mercado; y entonces, ¿qué harían nuestros campesinos? Los propietarios se arruinarían, pero los trabajadores aún estarían peor. El pan podría venderse a cinco céntimos el kilo, pero si no hubiera manera de ganar esos cinco céntimos, la gente moriría de hambre igual que antes. Por otro lado, los americanos, más o menos barata, querrían cobrar su mercancía; y si en Italia no se produjese, ¿con qué se pagaría?
Me dirá que en Italia se podrían cultivar productos más adecuados para su suelo y su clima y cambiarlos con los de otras países: el vino, por ejemplo, las naranjas, las flores… Pero, ¿y si esas cosas que nosotros podemos producir a buen precio, no las quieren los demás porque no las utilizan o las hacen ellos mismos? Sin contar que, para transformar el cultivo se necesita capital, conocimientos y, sobre todo, tiempo, ¿entretanto qué comemos?

Jorge. – ¡Perfecto! Ha puesto usted el dedo en la llaga. El libre cambio no puede resolver la miseria, como no puede resolverla el proteccionismo. El libre cambio favorece a los consumidores y perjudica a los productores, y, viceversa, el proteccionismo favorece a los productores y perjudica a los consumidores, de modo que para los trabajadores, que son al mismo tiempo productores y consumidores, es lo mismo y siempre lo será hasta que sea abolido el sistema capitalista.
Si los obreros trabajasen por su cuenta y no para beneficio de los patrones, toda región podría producir lo suficiente para sus necesidades y después no tendría más que ponerse de acuerdo con los otros países para distribuir el trabajo de producción según la calidad del suelo, el clima, la facilidad para tener materias primas, las costumbres de los habitantes, etc.; de manera que todos los hombres podrían tener el máximo de disfrute con el mínimo de esfuerzo.

César. – Sí, pero eso no es más que una utopía.

Jorge. – Lo será ahora, pero cuando el pueblo haya comprendido que así se puede vivir mejor, se transformará en realidad. No hay más obstáculo que el egoísmo de los unos y la ignorancia de los otros.

César. – Hay muchos obstáculos, amigo mío. Usted cree que una vez expulsados los patrones, se nadaría en la opulencia…

Jorge. – No digo eso. Al contrario, pienso que para salir del estado de penuria en que nos mantiene el capitalismo, y para organizar la producción de modo que satisfaga ampliamente las necesidades de todos, será preciso trabajar mucho; pero no es la voluntad de trabajar la que falta al pueblo, es la posibilidad. Nosotros nos lamentamos del sistema actual, no tanto porque nos toca mantener a los ociosos en el confort, aunque eso no nos plazca, como porque son los ociosos los que regulan el trabajo y nos impiden trabajar en buenas condiciones y producir lo suficiente para todos.

César. – Usted exagera. Es verdad que a menudo los propietarios no hacen trabajar para así especular sobre la escasez de los productos, pero aún lo es más porque carecen de capitales.
La tierra y las materias primas no bastan para producir. Necesitamos, usted lo sabe, instrumentos, máquinas, locales, medios para pagar a los obreros mientras trabajan, es decir: capital; y eso solo se consigue con el tiempo. ¡Cuántas empresas no pasan de ser un proyecto y fracasan, por falta de capitales! Figúrese si además y como usted desea, viniera una revolución. Con la destrucción del capital y el gran desorden que se generaría, solo conseguiría más miseria.

Jorge. – Ese es otro error u otra mentira de los defensores del orden presente: la falta de capital. El capital puede faltar a cualquier empresa a causa del acaparamiento hecho por otros, si lo suma, encontrará que hay gran cantidad de capital inactivo, lo mismo que hay gran cantidad de tierras incultas.
¿No ve cuántas máquinas se herrumbran, cuántas fábricas permanecen cerradas, cuántas casas están despobladas o poco habitadas, mientras la mayoría no encuentra casa y los albañiles no encuentran trabajo?
Se necesita alimento para los obreros mientras trabajan; pero también deben comer aunque estén desocupados. Comen poco y mal, pero quedan con vida y dispuestos a trabajar, en cuanto un patrón tiene necesidad de ellos. Por lo tanto, no es porque faltan los medios para vivir, por lo que los obreros no trabajan. Si pudiesen trabajar por su cuenta, aceptarían también -si fuese verdaderamente necesario- el trabajo viviendo como viven estando desocupados, porque sabrían que con aquel sacrificio temporal saldrían definitivamente del estado de miseria y de opresión.
Figúrese, las veces que un terremoto destruye una ciudad, arruina una comarca entera. Y en poco tiempo la primera se reconstruye más bella que antes y en la segunda no queda ni rastro del desastre. Curioso que entonces los propietarios y los capitalistas encuentren los medios para reconstruirlo todo en un abrir y cerrar de ojos, en el mismo lugar donde no había dinero para construir una casa para los obreros.
En cuanto a la posible ruina que provocaría la revolución, es de esperar que el pueblo no quiera destruir lo que pasaría a ser de su propiedad. De cualquier modo tampoco sería peor que lo acontecido por un terremoto.
En principio no deberían existir impedimentos para conseguir el objetivo, excepto dos, que sin superarlos sería imposible continuar: la inconsciencia del pueblo y los carabineros; pero


Ambrosio. – Usted habla de capitales, de trabajo, de producción, de consumo, etc., sin embargo, de derecho, de justicia, de moral y de religión nunca dice nada.
Buscar la mejor manera de utilizar la tierra y el capital es muy importante; pero
Aún lo son más las cuestiones morales. El ideal es que todo el mundo viva bien; pero si para alcanzar esa utopía hubiera de renegar de los principios del derecho, sobre los cuales debe fundamentarse toda sociedad civil; entonces prefiero mil veces mantener la actual injusticia. Y además, piense que debe haber una voluntad suprema que lo regule todo.
El mundo no se ha hecho por sí mismo y debe haber un más allá, no digo Dios, paraíso, infierno, porque usted es incapaz de creer en eso, pero debe haber algo que explique todo y en el cual las aparentes injusticias de aquí abajo encuentren su compensación. ¿Cree usted que puede violar la armonía del universo? Nadie puede y no tenemos más remedio que aceptar lo establecido.
Termine de una vez por todas, de sobornar las masas, de suscitar quiméricas esperanzas en el alma de los desheredados, de aventar las brasas. ¿Es que quiere destruir la civilización heredada de nuestros ascendientes, mediante una revolución social?
Si quiere hacer buena obra, si quiere aliviar en lo posible el sufrimiento de los míseros, dígales que se resignen con su propia suerte; pues la verdadera felicidad está en contentarse. Por otra parte, cada cual debe llevar su cruz; todas las clases sociales tienen sus tribulaciones y sus obligaciones, y no siempre los más felices son los que viven en la opulencia.


Jorge. – Vamos, honorable magistrado, deje a un lado las declamaciones sobre los “grandes principios” y las indignaciones convencionales; no estamos en el tribunal y en este momento no tiene que pronunciar sentencia alguna contra mí.
¡Como se adivina, al oírle hablar, que usted no está entre los desheredados! Y es tan útil la resignación de los míseros para quienes viven a su costa.
Ante todo, déjese, le ruego, de argumentos trascendentales y religiosos, en los cuales ni usted mismo cree. De los misterios del universo no sé nada y usted no sabe más que yo; por eso es inútil traerlos a discusión. Por otra parte, considere que la creencia en un dios creador y padre de los hombres no sería una buena arma para usted. Si los sacerdotes, que siempre han estado y están al servicio de los señores, deslegitiman el deber de los pobres de resignarse a su suerte, otros podrían legitimar (y en el curso de la historia hay quien lo ha hecho) el derecho a la justicia y a la igualdad. Si Dios es nuestro padre común, todos nosotros somos hermanos. Y Dios no puede querer que algunos de sus hijos exploten y martiricen a los otros; y los ricos, los dominadores, serían los Caínes malditos por el padre. Pero dejemos eso.


Ambrosio. – Bien, dejemos la religión, porque con usted sería inútil hablar de ella.
Pero supongo que admite la existencia de un derecho y una moral por encima de todo.


Jorge. – Escuche, si fuese verdad que el derecho, la justicia, la moral, exigieran y consagraran la opresión y la infelicidad, aunque fuera de un solo ser humano, le diría de inmediato que derecho, justicia, moral, no son más que mentira, arma infames forjadas para la defensa de los privilegiados; y tales han sido cuando se entienden como usted las entiende.
El derecho, la justicia y la moral deben procurar el máximo bienestar de todos, de otro modo son sinónimos de prepotencia y de injusticia. Y es tan cierto que este concepto responde a la necesidad de la existencia y del desarrollo de la sociedad, que se ha formado y persiste en la conciencia humana y va adquiriendo cada vez más fuerza, a pesar de todos los esfuerzos en contra, de aquéllos que hasta ahora gobernaron el mundo.
Usted mismo no puede defender, mas que con pobres sofismas, las presentes instituciones con los principios de la moral y de la justicia como usted los entiende cuando habla abstractamente.


Ambrosio. – Ciertamente, usted muy presuntuoso. No le basta negar, como me parece que hace, el derecho de la propiedad; sino que también pretende que nosotros somos incapaces de defenderlo con nuestros propios principios.


Jorge. – Justamente. Y si quiere se lo demostraré la próxima vez.

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