jueves, 9 de diciembre de 2021

Rusia y Ucrania, un conflicto quizá inevitable

Votantes en la fila para votar el referendo del 11 de mayo de 2014 en Donetsk.
De Andrew Butko, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=32721307

Ahora mismo, que Europa está con el corazón en un puño por lo que puede acontecer entre Rusia y Ucrania, que los analistas sobre geoestrategia hacen sus cálculos y hablan de política coercitiva de Rusia, por lo cual y tras haber mostrado hasta dónde está dispuesta a llegar, nadie, ni ella misma, traspasará el umbral o subirá más allá de esa escala.
Es evidente que Rusia ha desplegado una enorme fuerza militar cerca o, en algunos casos, a unos cientos de kilómetros de ella. Una fuerza militar completa, que cubre todos los campos de tierra y aire, pero además está trasladando otra gran fuerza desde el mar Caspio a través de los ríos Don y Volga, con lanchas de desembarco y modernas corbetas con misiles de gran alcance y precisión. A todo esto hay que añadir la movilización de reservistas y de la fuerza aérea estratégica, es decir la nuclear, personal especialmente preparado para la guerra electrónica y un sistema de defensa aérea y de misiles, por si un chalado occidental se le ocurre atacar Rusia.
Dicho esto, lo que más sorprende de esos analistas es que no hayan pensado en el coste económico
y humano de ese esfuerzo militar y logístico. Nadie monta un órdago de esta magnitud solo para jugar a la geoestrategia. Yo no lo haría, por supuesto. Y es que los analistas no tienen en cuenta dos factores, el primero es el fuerte nacionalismo que impera en Rusia, basado en el idioma y en las raíces culturales. Los rusos consideran a los ucranianos como hermanos, principalmente los que en Ucrania se consideran y son rusos, y no perdonarían que su gobierno los abandonara. Los rusos están dispuestos a cualquier sacrificio, antes de ver a quienes consideran compatriotas, asaltados y reprimidos solo por serlo. El segundo factor es que, al parecer, ninguno de esos analistas ha hablado con la gente del Donbass.

El Euromaidan, un golpe de estado creado y apoyado desde la OTAN, tuvo su eje en Pravy Sektor, un partido neofascista de paramilitares, y Svoboda, un partido claramente neonazi, que tiene a Stepan Bandera como héroe, ni más ni menos un genocida de la Segunda Guerra Mundial. Tras el Euromaidan esos dos partidos promovieron la persecución de los ucranianos rusos, prohibieron la enseñanza de su idioma, cerraron los medios de comunicación que lo utilizaban y acto seguido se dedicaron a linchar a los ciudadanos que hablaban ruso en público.

 

Retrato de Stepán Bandera en el Ayuntamiento de Kiev
De spoilt.exile - Flickr: 14.01.2014, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=32031958


En el Donbass, habitado mayoritariamente por ucranianos rusos, se vivió una etapa de terror, con bandas de matones paseando por las calles a la caza de todo lo ruso. Como era de esperar las redes de comunicación facilitaron que los ciudadanos de estas regiones se organizaran y declararan la independencia. En Crimea las bandas de matones no lo tuvieron tan fácil, el ejército ruso estaba acantonado en ella y el ejército ucraniano no tenía ningún interés en combatir y abandonó los cuarteles. Los políticos y ciudadanos de Crimea, tras un referéndum de independencia se separaron de Ucrania; en el Donbass, sin embargo, la situación era al revés y el ejército ucraniano se dedicó a bombardear, aún lo hace, las ciudades rebeldes, provocando miles de muertos civiles, además de quemar vivos a 48 civiles en la Casa de los Sindicados de Odessa, rematando a los heridos rompiéndoles el cráneo al grito de “Gloria a Ucrania”. ¿Y por qué utilizaron el bombardeo? simplemente porque muchas de las tropas que enviaron cambiaron de bando con su armamento y sus blindados. A todo esto hemos de recordar que no hace mucho el presidente ucraniano aseguraba poseer misiles que llegaban a Moscú, es decir, que amenazó con bombardear la capital rusa.

Los analistas analizan sin tener en cuenta esos factores, junto al del principio, es decir el enorme esfuerzo que representa movilizar su ejército, que obviamente no solo es para mostrar que no va de farol, suficientes para que Rusia traspase el umbral del apoyo logístico y militar e invada el territorio ucraniano. Para Rusia las condiciones puestas sobre la mesa de la OTAN no son negociables, y, lo que es peor, la OTAN no las puede garantizar, y Rusia lo sabe.
La guerra es inevitable a menos que Ucrania ceda
mucho, quizá demasiado, y todo porque a la OTAN no se le ocurrió nada mejor que utilizar fascistas y neonazis para debilitar geoestratégicamente a Rusia.

 

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martes, 29 de junio de 2021

La inevitable desdolarización

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Años atrás expliqué que a medida que China potenciara su consumo interno, algo completamente inevitable, el yuan se apreciaría, principalmente con respecto al dólar.
La pandemia solo ha servido para precipitar el pequeño "divorcio" de la fábrica del mundo con los países consumidores. Como era de esperar, ante la crisis, acrecentada por el temor a su sólido e imparable crecimiento, China ha promovido el consumo interior, y de rebote el yuan ha subido el 11% en un año.
Los analistas económicos andan como locos intentando explicar la situación a través de la guerra económica y/o monetaria con los EEUU, sin embargo, la explicación es muy sencilla, el yuan sube, primero porque el resto baja debido a que ha fabricado más billetes de la cuenta, y segundo porque China ha empezado a consumir y necesita comprar a un precio realista, y para eso nada mejor que tener una moneda fuerte, aún más si paga con ella.
 
La guerra monetaria no existe, al menos tal como la gente de mentalidad belicista cree. China, y no solo ella, se ha desprendido de parte de la deuda americana y ha reducido sus reservas en dólares, muy lógico sabiendo que la FED se ha vuelto loca fabricando más billetes de los que puede recuperar.
Entre agosto de 2017 y octubre de 2020, China redujo la tenencia de bonos de los EEUU de 1,2 a 1,05 billones de dólares. Tres años son muchos, lo que demuestra que no pretende abandonar el dólar, tal como ha hecho Rusia, sino dejar de depender de él. Los EEUU en principio no se han visto perjudicados por este cambio, ya que tanto Corea del Sur como Japón adquirieron los bonos sobrantes. El problema sería si China decidiese abandonar por completo el dólar, cosa de esperar en el momento que la OTAN empieza a señalarla como peligro potencial y enemigo a batir.
 
En cualquier caso en poco tiempo viviremos un cambio radical en el mundo de la economía global. La desdolarización global es un hecho. En los 25 últimos años las reservas en dólares de los bancos centrales del mundo, han pasado del 71% al 59%, y el culpable no ha sido el oro sino la misma FED y su política de tierra quemada.
 
"El billete verde es nuestra moneda y vuestro problema”
(John Connally, secretario del Tesoro 1971-72)
Eso dijo a sus colegas de la UE, en un estúpido e inaudito alarde de prepotencia. Y los europeos bajaron la cabeza, pero tomaron nota.
 
Ahora Alemania, Italia y Francia no quieren saber de guerras económicas con China y Rusia, aún menos militares. Rusia ya no utiliza el dólar en sus transacciones y China ha creado su moneda digital y pretende utilizarla internacionalmente.
Rusia es la futura gran fuente de recursos, y China el gran consumidor y productor del mundo, y ambos se han asociado como un bloque, no por gusto sino porque el resto amenaza su seguridad.
Hagan cuentas.
 
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martes, 2 de marzo de 2021

REFLACIÓN

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Imagen de Sam Edring

 

En 1934 Irving Fisher inventó la palabra reflación para explicar un modelo de inflación basado en el incremento de la masa monetaria en circulación, sea directamente por la fabricación de dinero o mediante agresivas reducciones de impuestos. Para Fisher el uso de la reflación estaba condicionada para combatir periodos de recesión económica. De hecho el artículo en el que creó el término, Reflation and Stabilization, estaba condicionado por la gran recesión de 1929 y la manera con que fue combatida. No obstante, hemos de entender que Fisher, al menos a mi modo de ver, fue más matemático que economista, por lo cual más de un colega lo trata como economista matemático o científico; y no olvidemos que para desarrollar la ciencia económica las formulaciones matemáticas son muy necesarias, pero solo son una parte de ella.
Para desgracia de los creadores del New Deal el resultado no fue el esperado, aunque tampoco podemos achacarles su fracaso, ya que lo que en los EEUU podríamos llamar derecha, forzó que no se llevara a cabo de la manera que fue concebido. Por lo cual nunca sabremos si el New Deal era acertado, ni siquiera si Keynes tenía razón con su política intervencionista, dado que por mucho caso que se le hiciera, los gobiernos nunca terminaron de poner en práctica sus postulados. La crisis del 29 terminó, cómo no, tras el estallido de la segunda guerra. Antes, por mucho New Deal que hubiera, el paro era el rey.

Contrariamente a lo que pueda imaginarse, la reflación no es un invento de la sociedad moderna, ya en la antigua Roma los sucesivos gobiernos, o mejor decir emperadores, la practicaron dependiendo de la necesidad.
En Roma el denario
era, podríamos decir, la moneda oficial (la palabra dinero proviene de él), que en tiempos de la república era de plata pura. El emperador Augusto, a falta de dinero, devaluó la moneda aproximadamente un 5%, creando indirectamente lo que hoy llamamos reflación, es decir una inflación provocada artificialmente por la emisión de dinero sin un soporte productivo. Con los años el denario fue devaluándose progresiva y lentamente hasta un 20%, pero Caracalla en solo un año lo devaluó un 25%, básicamente para construir sus termas y su palacio.
Un siglo y medio antes de la caída del imperio, la moneda se devaluó un 1000% y ya no servía para nada, carecía de valor y la gente comerciaba intercambiando productos o creando monedas locales. El imperio romano había entrado de lleno en la edad media y si no se hundió antes es porque los mal llamados bárbaros carecían de aliciente, porque eran los únicos que de él cobraban en oro. Es decir, que habían descubierto el metal refugio.

De la reflación dejó de hablarse durante bastante tiempo, aunque fue utilizada profusamente por todos los estados, con repetidas y sonadas bancarrotas. La misma dictadura franquista la utilizó periódicamente y de manera inteligente, con cortos periodos de reajuste o enfriamiento económico.

En el 2015 muchos economistas ya alertaron que podía producirse un fenómeno inflacionario en los EEUU y parte de Europa, principalmente en España, producto de la gran liquidez inyectada en el sistema, para evitar el colapso creado por la burbuja de las subprime. No fue así, no por falta de interés de los gobiernos, que siempre creyeron que podrían controlarlo, sino porque la banca que distribuía el dinero buscó la seguridad de los estados, muy hambrientos de liquidez, o del mercado inmobiliario creado por el saqueo de los desahucios, y no de las pequeñas y medianas empresas. Solo las grandes, por el riesgo que representaba su caída para la misma banca, gozaron de crédito a destajo. Y las líneas de crédito abiertas para el consumo directo no funcionaron porque la ciudadanía, quizá escarmentada, decidió unilateralmente consumir con prudencia, evitando hipotecar su futuro. Los bajísimos tipos de interés facilitaron que tanto familias, las que decidieron consumir, como las empresas, se apalancaran financieramente. Es decir, echaron mano del crédito antes que de sus recursos, por lo cual el exceso entró en el mercado pero no sirvió para aumentar su volumen práctico.
Una de las causas que algunos economistas han planteado es el considerable aumento de la población consumista mundial, que en principio ha absorbido mucha masa monetaria, tanto dólares como euros. Personalmente soy de la opinión que sí ha existido inflación, pero en un formato económico que no ha afectado a la economía productiva sino a la especulativa, aumentando el volumen de negocio.

Ahora los economistas vuelven a alertar sobre el sobrecalentamiento artificial de la economía, debido a la brutal inyección de capital que, queramos o no, se añade al anterior. La caída de ingresos y de productividad ha dejado tanto a empresas como a personas en una situación vulnerable o simplemente en quiebra. Sin embargo, y para sorpresa de muchos de los que estudian la economía, esta fuerte inyección no ha provocado inflación, al menos la desbocada que esperaban. A duras penas se ha mantenido el consumo de las familias afectadas por el parón. La disminución de la productividad ha afectado a un modelo industrial y productivo muy limitado, que no incidía tanto en las subidas de los índices de precio. Es decir, el consumo de las materias esenciales ha disminuido levemente y casi en proporción a su caída de producción, mientras que las no esenciales ha caído en la misma medida que su producción.

Los asalariados y empresarios que por su trabajo no han sufrido las consecuencias del parón económico, que no son pocos. La banca, los servicios, el funcionariado y muchas empresas que han podido adaptarse a las circunstancias, por las mismas restricciones para evitar el contagio no han podido consumir como antes de la pandemia, por lo cual han optado por el ahorro. No obstante, en una sociedad como la nuestra, con una parte importante de la economía dedicada al ocio, el desequilibrio entre el parón económico y el ahorro ha sido superior que en otras sociedades europeas, con una economía más diversificada. En el centro de Europa, por ejemplo, posiblemente el ahorro haya sido superior al prejuicio ocasionado por el parón económico. A eso le hemos de añadir que parte del consumo de las sociedades centroeuropeas, iba destinado hacia el turismo en la latitud que lo permite, es decir la nuestra.


Crear, por tanto, masa monetaria para
cubrir parte de los salarios y la supervivencia básica de los pequeños y medianos empresarios, que dependen de su trabajo, no ha sido mala idea, de hecho es la única que cabía en esta situación, siempre que haya servido para el fin establecido.
El consumo en un tiempo de gran recesión como el actual, ha de ir parejo con la necesidad y adaptarse o aprovechar la situación para cambiar de modelo económico y de consumo.
No obstante, podemos asegurar que solo una pequeña parte del crédito emitido ha servido para amortiguar la penuria de algunas empresas y particulares. La mayoría se ha utilizado para pagar la deuda de los estados, financiar el elevadísmo coste sanitario de la misma pandemia y capitalizar o sanear las grandes empresas, con más ingeniería financiera que interés productivo. En cualquier caso la emisión de dinero termina convirtiéndose en deuda, sea dentro de la sociedad emisora o en la que exporta bienes de consumo. Y recordemos que la producción de bienes ha caído en Occidente, en España donde más, y ha crecido en China y Asia en general.

¿Qué sucederá cuando la pandemia remita y las familias se abran al consumo?
Muchas empresas han cerrado, mientras que otras han adaptado su productividad al actual consumo. El negocio de las empresas sanitarias, que han invertido ingentes sumas, posiblemente se reducirá.
Los países que han sabido combatir con éxito la pandemia, es decir los asiáticos, habrán aprendido la lección y cuidarán más el negocio interno que el externo. Las grandes energéticas han dejado de invertir en la industria del refinado, pero tampoco se han preparado para un aumento del consumo en la energía ecológica. Y así podríamos seguir hasta aburrir, con todos los bienes de consumo, desde los más grandes hasta los más pequeños.
En pocas palabras, si las sociedades no dan con el modo de retirar la masa monetaria sobrante, y no reducen radicalmente el apalancamiento financiero de
sus sistemas especulativos, nos podríamos enfrentar a una quiebra generalizada y una devaluación de una magnitud parecida a la de los tiempos de Diocleciano, juntamente con el aumento de la pobreza entre los más vulnerables, es decir los pensionistas o las clases, que por sus circunstancias laborales o físicas, dependen del Estado.

 

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viernes, 22 de enero de 2021

El Mundo que nos deja la Covid

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El mundo que dejará la Covid no será muy distinto del que, a medio plazo para algunos y a corto para otros, estaba a punto de suceder. Cabría la posibilidad de una gran conflagración mundial para evitarlo, aún no sabemos si eso sucederá, esperemos que no por supuesto, que para lo único que serviría es para crear muerte y desesperación sin fin.
El sentido común nos dice claramente que China será y por la Covid ya es, la primera potencia mundial, al menos económica y tecnológica. Lo poco que le queda por cubrir en este último aspecto, se lo puede ofrecer Rusia, a quien todos hacen como si no  existiera, pero que temen.
Uno de los grandes errores geopolíticos de los países que se autodenominan occidentales, ha sido acorralar a Rusia. No es prudente ni se puede acorralar a un gigante que posee el 30% de los recursos mundiales y prácticamente es autosuficiente, eso es un disparate que solo sirve para que el gigante busque nuevos socios comerciales, que encima tiene cerca. Europa no puede dar la espalda al gigante, no puede permitirse que Rusia enfoque su desarrollo tecnológico hacia el temor, es decir hacia la tecnología y la producción armamentística. Las sociedades que comercian, producen bienes de consumo y riqueza, de la cual se aprovecha no solo su población sino la del resto, piensa más en negocio y bienestar que en defensa. El gigante ruso ha de vivir seguro, al igual que el chino, sin temor a que otros lo acorralen o pongan impedimentos al desarrollo de su comercio. Y el ruso, más que nadie, ha de estar seguro que los ciudadanos que considera suyos, aunque vivan, trabajen y fiscalicen en otras sociedades, sean respetados. La sociedad rusa, por ejemplo, no podía permitir que a los rusos del Donbass y de Crimea, que siempre ha considerado parte de su ciudadanía, se les prohibiera expresarse, leer y escribir en su idioma, tampoco que la base de Sebastopol cayera en manos de una alianza que a todas luces estaba diseñada para arañarle poder, territorio y ciudadanos.
Europa y el mundo en general harían bien en tratar al gigante ruso con más respeto y, sobre todo, como a un socio comercial de primer orden, creando las condiciones necesarias para que deje de producir armamento y tecnología de defensa, y pase a producir bienes de consumo.
Nuestro esfuerzo político ha de ir dirigido a entendernos con las demás sociedades, con el máximo pragmatismo posible, porque la experiencia y la revolución de la comunicación nos está demostrando que ni esos países son tan antidemocráticos y fascistas, como los nuestros tan democráticos y antifascistas. De hecho existen demasiadas evidencias que demuestran que en algunos casos, demasiados a veces, se respeta más la libertad individual y la vida en estas sociedades que en las nuestras. La Covid nos lo está demostrando cada día y sería un suicidio dar la espalda a esta realidad.
No hace mucho alguien preguntó por las diferencias entre China y Europa, del trato que se le ha dado a la pandemia. Algunos, con un infantilismo rayando en la estupidez, lo achacan a que es una dictadura.

¿Lo es Nueva Zelanda? ¿Japón?

No seamos infantiles, no es lo mismo ser autoritario que tener autoridad. No es lo mismo una sociedad donde prima el egoísmo individualista que una basada en el enjambre.

 

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