viernes, 22 de enero de 2021

El Mundo que nos deja la Covid

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El mundo que dejará la Covid no será muy distinto del que, a medio plazo para algunos y a corto para otros, estaba a punto de suceder. Cabría la posibilidad de una gran conflagración mundial para evitarlo, aún no sabemos si eso sucederá, esperemos que no por supuesto, que para lo único que serviría es para crear muerte y desesperación sin fin.
El sentido común nos dice claramente que China será y por la Covid ya es, la primera potencia mundial, al menos económica y tecnológica. Lo poco que le queda por cubrir en este último aspecto, se lo puede ofrecer Rusia, a quien todos hacen como si no  existiera, pero que temen.
Uno de los grandes errores geopolíticos de los países que se autodenominan occidentales, ha sido acorralar a Rusia. No es prudente ni se puede acorralar a un gigante que posee el 30% de los recursos mundiales y prácticamente es autosuficiente, eso es un disparate que solo sirve para que el gigante busque nuevos socios comerciales, que encima tiene cerca. Europa no puede dar la espalda al gigante, no puede permitirse que Rusia enfoque su desarrollo tecnológico hacia el temor, es decir hacia la tecnología y la producción armamentística. Las sociedades que comercian, producen bienes de consumo y riqueza, de la cual se aprovecha no solo su población sino la del resto, piensa más en negocio y bienestar que en defensa. El gigante ruso ha de vivir seguro, al igual que el chino, sin temor a que otros lo acorralen o pongan impedimentos al desarrollo de su comercio. Y el ruso, más que nadie, ha de estar seguro que los ciudadanos que considera suyos, aunque vivan, trabajen y fiscalicen en otras sociedades, sean respetados. La sociedad rusa, por ejemplo, no podía permitir que a los rusos del Donbass y de Crimea, que siempre ha considerado parte de su ciudadanía, se les prohibiera expresarse, leer y escribir en su idioma, tampoco que la base de Sebastopol cayera en manos de una alianza que a todas luces estaba diseñada para arañarle poder, territorio y ciudadanos.
Europa y el mundo en general harían bien en tratar al gigante ruso con más respeto y, sobre todo, como a un socio comercial de primer orden, creando las condiciones necesarias para que deje de producir armamento y tecnología de defensa, y pase a producir bienes de consumo.
Nuestro esfuerzo político ha de ir dirigido a entendernos con las demás sociedades, con el máximo pragmatismo posible, porque la experiencia y la revolución de la comunicación nos está demostrando que ni esos países son tan antidemocráticos y fascistas, como los nuestros tan democráticos y antifascistas. De hecho existen demasiadas evidencias que demuestran que en algunos casos, demasiados a veces, se respeta más la libertad individual y la vida en estas sociedades que en las nuestras. La Covid nos lo está demostrando cada día y sería un suicidio dar la espalda a esta realidad.
No hace mucho alguien preguntó por las diferencias entre China y Europa, del trato que se le ha dado a la pandemia. Algunos, con un infantilismo rayando en la estupidez, lo achacan a que es una dictadura.

¿Lo es Nueva Zelanda? ¿Japón?

No seamos infantiles, no es lo mismo ser autoritario que tener autoridad. No es lo mismo una sociedad donde prima el egoísmo individualista que una basada en el enjambre.

 

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